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Tribuna:LA CRÓNICA
Tribuna
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Amor a 20 manos SERGI PÀMIES

Que un libro llegue a las librerías a finales de mayo con una información en su interior según la cual se trata de la segunda edición fechada en abril del 2000 es motivo suficiente para activar la curiosidad de alguien mínimamente sensible a las gestas del mundo editorial (¡para que luego digan que la cultura catalana está en franco retroceso!). Si, además, se trata de un libro de cuentos que no es obra ni de uno ni de dos, sino de 10 autores, y ninguno de ellos es una mujer representante de la Nueva Literatura de y para Mujeres, la sorpresa es mayúscula. Y si, para más inri, el libro se atreve a hablar sobre el amor, así, a granel, nos hallamos ante un fenómeno digno de estudio.Aparentemente, el objeto no es demasiado distinto a los demás de su misma especie. Tamaño relativamente normal (14,5 por 22 centímetros), discreta levedad (190 gramos), extensión acorde con los tiempos que corren (114 páginas), precio razonable (1.750 pesetas) y un título que no invita ni a la euforia ni a la depresión: Tocats d'amor (Editorial Columna). Sus autores, los Germans Miranda, forman un colectivo que, con el tiempo, ha perdido a dos de sus miembros (Albert Om y Toni Soler) pero que sigue creando recetas que, elaboradas a medias entre el laboratorio editorial y una asamblearia cena anual en la que se deciden los temas a tratar, presentan, para esta ocasión, la siguiente y alfabética alineación de ingredientes: Pep Bras, Carles Capdevila, David Cirici, Piti Español, Jordi Galceran, Enric Gomà, Guillem Martínez, Jordi Puntí, Jordi Serra y Matthew Tree.

Una de las características de este grupo es que ninguno de sus miembros firma el cuento con el que contribuye al proyecto. Le toca al lector adivinar de quién es qué. Se trata, no obstante, de un arma de doble filo, ya que, al igual que ocurría con aquel otro experimento llamado Ofèlia Dracs, mientras para algunos lectores puede resultar estimulante probar el placer de leer algo desconociendo la identidad de su autor o jugando a acertar quién lo ha escrito, para otros no lo es tanto constatar que, en ocasiones, no importa lo más mínimo quién es el autor de los cuentos menos logrados, que pueden ser atribuidos a quien, en realidad, no tiene ninguna culpa (la culpa, por ejemplo, de que una cita atribuida a san Juan de la Cruz sea en realidad de Quevedo y esté, me temo, mal transcrita).

Cuando, hace años, los Miranda se estrenaron con un libro de cuentos erótico-pornográficos que resultó ser un éxito, probablemente no sospechaban que, más adelante, acabarían haciendo otro sobre el siempre espinoso tema del amor. De hecho, algunos de los relatos que aparecieron en aquel primer libro podrían perfectamente formar parte de éste. Y viceversa. Porque lo que se deduce leyendo Tocats d'amor es que, literariamente, las fronteras entre amor y sexo son, si cabe, todavía más ambiguas que en la, ¡ay!, vida real.

¿Cómo queda el amor tras pasar por las manos de 10 escritores hombres relativamente jóvenes? Hecho unos zorros, por supuesto, aunque, en bastantes casos, el amor sólo sirve de coartada para desarrollar un argumento en el que las razones del corazón son menos importantes que las literarias. Del detalle -gomas de braguitas y tirantes de sujetadores- se pasa a la memoria -delincuentes reyes de la fiesta reconvertidos en yonquis que pasan de la gloria de los autos de choque con música de Los Chichos al chándal, uniforme del enfermo de sida y del amor en tiempos de trullo- o a la sospechosa correspondencia que un adolescente descubre en el cajón del armario de su madre. El adulterio, la mentira, la traición o lo que, durante la presentación de su último disco en la sala La Boîte, el dúo Mal de Amores definía como relaciones con "amigos con derecho a roce" impregnan buena parte de los textos de Tocats d'amor. Hombres melancólicos que pasean a perros todavía más melancólicos envueltos en una atmósfera musical estéticamente gélida y sin embargo romántica. Brigadistas internacionales que, en plena guerra civil, descubren las razones por las cuales parece prudente huir de toda suerte de campos de batalla. Escritores libidinosos que recorren los andenes del metro y que, con la coartada de espiar las conversaciones entre adolescentes para incluirlas en sus libros, les miran las piernas y otras partes de su mutante anatomía. La dialéctica del estímulo y la reacción química que, dependiendo de la calidad de la testosterona utilizada para la combustión del motor narrativo, engendra o relatos intensos y psicotrópicos con protagonista semipsicópata y autodestructivo o una poética metáfora de la fragilidad del amor materializada en un avión en llamas a punto de estrellarse con una pareja a bordo desabrochándose algo más que los cinturones.

Tocats d'amor parece, pues, la prueba de que de un hermanamiento artificial (la ficción casi siempre lo es) puede nacer un objeto real que, como buen producto probeta, se parece menos a sus progenitores de lo que, en principio, desearían sus parientes, amigos y seguidores. Aunque, pensándolo mejor, también es normal que a un hijo de 10 padres no lo reconozca ni su madre.

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