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Tribuna
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Mujeres

José Luis Ferris

Felicito sinceramente a Mitsubishi Electric por ese anuncio que, un año más, sirve de pórtico a la inminente llegada del calor. Hagan memoria. Les hablo de un rostro de mujer de piel oscura cuyo primer plano ocupa toda la pantalla del televisor o la página entera de un suplemento semanal. No es una modelo al uso y me atrevería a afirmar que sus rasgos responden a una deliciosa mixtura de razas antagónicas que en ella provoca el prodigio de una extraña perfección. En la comisura de sus ojos, su frente, sus pómulos, en el entorno de su nariz ancha y simétrica, en la superficie de sus labios o la convexa suavidad de su barbilla no hay arruga posible ni línea que la sugiera. Mantiene desplegados los párpados para que la serenidad sea aún más absoluta. Con la mirada oculta todo en ella adquiere la condición de enigma y de sorpresa. Es entonces cuando la gota de una sustancia tan imperfecta y grave como el sudor resbala por su frente, se detiene en el entrecejo y asciende de nuevo hasta evaporarse gracias a los implacables efectos del aire acondicionado que patrocina el spot. Cuando esto ocurre, ella transgrede las leyes de la armonía y abre los ojos para despertarnos del sueño con ese golpe de efecto perfectamente estudiado. Sin embargo hay algo intacto que rompe igualmente las trilladas reglas de la publicidad: sus labios, abultados y densos, no sonríen nunca. Y no lo hacen porque, contraviniendo la lógica del guión y sin que lo sepan los de Mitsubishi, esta modelo de piel broncínea está siendo solidaria con millones de mujeres a las que les suda los ovarios la tecnología punta y las falsas promesas de un bienestar imposible. El pago desigual por un mismo trabajo, las dificultades globales para acceder a la educación, a la salud y a la planificación familiar, el tráfico de mujeres dentro del libre mercado, la esclavitud sexual, la necesidad de una sólida legislación contra la violencia doméstica, los abusos físicos en los conflictos armados o el simple hecho de que las dos terceras partes de los niños sin escolarizar sean precisamente niñas son datos suficientes para que a cualquiera se le atragante la sonrisa y abra súbitamente los ojos sin respetar la estética publicitaria de un rostro fascinante y enigmático.

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