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Reportaje:

Morena y Mohamed van a la pública

María, Morena y Juanjo van ahora más contentos a clase. Hasta hace un año, estos chavales gitanos estudiaban en un centro de Carabanchel donde el 90% de los niños son calés. Pero ahora, en su nuevo colegio, al que llegaron tras ser realojadas sus familias en otra zona del barrio, tienen compañeros payos, marroquíes y chinos. "Así es mucho mejor y se aprende más", reconocen estos chicos, el mayor de 10 años.Lo mismo opina Miguel Jerónimo, director de la escuela pública a la que acuden estos chavales, un centro con 500 alumnos, el 25% de los cuales pertenece a minorías culturales, sobre todo a familias inmigrantes. "Nuestra sociedad es cada vez más multiétnica; por eso, los niños que acuden a centros como éste aprenden a vivir en la diversidad, una asignatura muy valiosa", asegura.

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Jerónimo considera que su colegio está bien valorado en el vecindario, lo cual evita que se convierta en un reducto para niños desfavorecidos. "Pero deben dotarnos de medios para abordar la multiculturalidad y los problemas sociales de muchas familias. Necesitamos más profesores de compensatoria, mediadores y trabajadores sociales", concluye.

Un gueto

Un gueto. En eso se ha convertido el colegio público Lope de Vega de Carabanchel. El 90% de sus 185 escolares son niños gitanos que viven en los numerosos pisos sociales levantados en la zona para chabolistas. Esa desproporción perjudica el aprendizaje.

Carmen Fernández, presidenta de la asociación de padres del centro y madre de uno de los pocos niños payos que acuden a él, asegura que todas sus quejas han sido desoídas durante años por las instituciones. "A este colegio siempre han venido niños gitanos, lo que pedimos es que se cumplan las normas que dicen que en una escuela no debe de haber más de un 25% de chicos de una minoría. En la zona hay otros centros públicos y concertados que no tienen apenas críos gitanos o inmigrantes", añade.

Fernández reconoce que está planteándose matricular a su hijo en otro centro. Lola Luque, educadora del Secretariado General Gitano, que desarrolla un taller de bulerías en el colegio, apostilla que también la mayoría de las familias calés prefieren que sus chicos se eduquen con payos.

La escuela pública madrileña es cada vez más multicultural. A ella asiste el 80% de los 24.506 niños inmigrantes y el 88% de los 7.932 chavales gitanos matriculados en la región en etapas de escolarización obligatoria (de seis a 16 años), aunque esto no impida que se registre un alto absentismo. Los centros privados concertados -es decir, sostenidos con dinero público- sólo escolarizan al 20% de los chicos extranjeros y al 12% de los romaníes.

María Antonia Casanova, directora de Promoción Educativa del Gobierno autónomo madrileño, del PP, admite el desequilibrio entre los centros públicos y los concertados en la escolarización de minorías que suelen precisar refuerzo educativo por sus dificultades con el idioma o por problemas sociales. Pero puntualiza que la situación "está cambiando". "Hace dos años, sólo el 10% de los niños inmigrantes asistía a centros concertados", añade.

"Tenemos que evitar que se creen guetos, pero hay barrios, como Embajadores o Lavapiés, donde se concentran numerosos inmigrantes y es lógico que en sus escuelas haya también más niños extranjeros", apostilla. Casanova considera que la integración de los chavales inmigrantes en la escuela es buena cuando se inician en ella desde pequeñitos.

Mohamed, de 10 años, recuerda todavía su primer día de clase, hace tres. "Me trajo mi padre, que es jardinero, y estaba un poco asustado porque no sabía nada de castellano", explica este chaval morenito y simpático, que disfruta ayudándole al maestro a recoger los platos del comedor. En su Tánger natal, sólo había asistido a la escuela coránica. Le gusta la escuela y ha decidido que le gustaría ser maestro. "Pero también quiero hacerme famoso como Ricky Martin", aclara este alumno del Luis de Góngora, un centro público del barrio del Pilar.

Olga Díaz es la directora de este colegio, en el que casi el 20% de sus 450 alumnos es extranjero. "Las familias inmigrantes que viven en el barrio están muy integradas, y eso se nota en la escuela: aquí no he visto nunca a un niño rechazado", explica la responsable de este colegio, que cuenta con profesor de árabe y menú especial para los chicos musulmanes.

Los distritos obreros como Vallecas o Vicálvaro son los que tienen más niños gitanos en sus escuelas. Sin embargo, los escolares inmigrantes se concentran en los barrios del casco antiguo. Hay colegios de estas zonas en los que el 70% de los alumnos son niños de otros países. Uno de ellos es el Emilia Pardo Bazán, en el corazón de Embajadores, un barrio cercano al Rastro, donde viven numerosos inmigrantes.

Esta escuela pública es un fiel reflejo de la realidad social que le rodea: el 65% de sus 160 alumnos es extranjero. Hay niños de 17 nacionalidades: marroquíes, ecuatorianos, vietnamitas o de Bangladesh. Un mural saluda al visitante en 12 idiomas y todos los carteles están traducidos al árabe y al chino.

Paco Cabañas, director de esta babel infantil, se muestra satisfecho con la convivencia en sus aulas. "Los chicos se relacionan bien entre sí sea cual sea su origen. Tienen sus rencillas, como todos los niños, pero hay muchos chavales con amigos de otros países", comenta.

"El problema está en el entorno. Hay padres que no quieren traer a sus hijos porque dicen que éste es el colegio de los gitanos y los moros, y que, al final, son sus hijos los que se tienen que adaptarse. Prefieren llevarlos a centros concertados con peores instalaciones y sistemas educativos", asegura. "Más que racismo existe clasismo. Si tuviésemos a hijos de jeques árabes, nadie pondría pegas", añade Cabañas.

Este director admite que su colegio tiene todas las papeletas para convertirse en un reducto, pero no sabe cómo evitarlo. "Los inmigrantes vienen porque sus compatriotas les hablan bien del centro. Además, éste es un barrio envejecido en el que la mayoría de las nuevas familias que llegan son extranjeras", admite.

Expertos, padres y profesores insisten en que el futuro será intercultural. Los chicos también lo saben y lo aplican a su modo; por ejemplo, aprendiendo palabrotas en varios idiomas.

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