Voladura
Lo dijo sin inmutarse, como suele hacerlo siempre. "Ha sido un éxito". Se refería a la operación para hacer estallar 3.000 kilos de material explosivo hallados intactos en medio del cráter en que quedó convertida la pirotecnia Hermanos Borredà. En esos momentos, al menos dos centenares de vecinos de Rafelcofer y l'Alqueria de la Comtessa estaban haciendo sus aportaciones a una lista de daños que incluye cristales rotos, tabiques derribados, persianas desencajadas, techos agrietados... La voladura controlada tardó dos días en ejecutarse, mientras en la Delegación del Gobierno tomaba posesión efectiva la que había sido consejera de Bienestar Social, Carmen Mas. Entonces todavía titular de la cartera de Justicia y Administraciones Públicas, Serafín Castellano estaba a punto de verse metido en una voladura de mayor calado, cuyos desperfectos resultan aún difíciles de evaluar. Si en Rafelcofer hubo que eliminar de forma drástica el excedente de la tragedia que se llevó por delante las vidas de siete personas, en el Consell, Eduardo Zaplana tuvo que detonar el polvorín en que se había convertido José Emilio Cervera con algunos destrozos en su credibilidad. Se hartó el presidente de decir que haría un único cambio obligado por la marcha de Carmen Mas (que él mismo propuso) y apenas 24 horas antes de la crisis toreó a la oposición en las Cortes negándole la cabeza de un consejero a quien Esquerra Unida ha llevado al juzgado por su oscura gestión anterior al frente de la modernización de la Generalitat. Amortizar la Consejería de Empleo, pasar a Rafael Blasco a Bienestar Social, repescar a Carlos González Cepeda para Justicia y Administraciones Públicas, darle cartera a la portavoz del Consell, Alicia de Miguel, y poner a Castellano al frente de Sanidad es tanto un baile gubernamental como un cierre de filas endogámico (ningún fichaje especial, ningún refuerzo de la sociedad) cuya virtualidad consiste en poner a cargo del departamento que gestiona el presupuesto más voluminoso a un típico representante del aparato del partido, capaz de mantener el discurso triunfalista del PP impertérrito ante cualquier desperfecto colateral. Con su talla política visiblemente encogida, Zaplana ha evidenciado que otras cosas le preocupan antes que la sanidad.
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