_
_
_
_
Reportaje:

El pregón de los pobres

Las farolas se convierten en tablones publicitarios con ricas y variadas ofertas y demandas

Para muchos es el último recurso. La última oportunidad de anunciar su desesperación o su necesidad. Para otros, un negocio. Para los más, una forma de comunicarse. Son los anuncios en las farolas. Esos papeles con flecos que insertan un teléfono, una dirección. Anuncian de todo. Desde la demanda de trabajo a cómo hacerse millonario.No están exentos, algunos, de ternura. Como el que anuncia la pérdida de un gato: "Perdido. Se recompensará. Es cieguito", reza la cuartilla pegada en la farola con la foto del felino. Mal lo tiene en Madrid un gatito ciego. Otras veces, el animal no se pierde, se vende. Y se anuncia su raza con un dibujo que no está mal: "¿Quiere comprar un gato persa?".

Pero la ternura, o al menos la buena fe, se puede apreciar en alguna de las demandas de empleo. Esa mujer que se ofrece como "asistenta responsable". Es difícil que alguien no busque precisamente eso, responsabilidad. Y hay hasta nuevas profesiones: "Paseo perros".

En algún caso, son carteles a color. Tienen la imagen de una chica estupenda. Ofrece cursos para modelos, actores y azafatas. Y dan el book gratis, dicen. También pueden encontrarse ofertas para hacerse millonario. O, por lo menos, hallar la fórmula para que no te falte un duro: "Gana 50.000 pesetas en tu tiempo libre, gana 100.000 a 300.000 a tiempo parcial, gana 300.000 a 500.000 pesetas superables a tiempo completo". ¿Quién puede negarse a esta maravilla a la carta?

Ganar dinero, lo primero. Aunque se roce la ilegalidad en alguna de las ofertas. Sin ir más lejos, son varios los carteles que se ofrecen a hacer copias de CD- Rom y CD musicales a precio más que razonable.

Hablando de dinero, no está de más recordar que limpiar de carteles, pegatinas y pintadas las farolas, los muros o los árboles cuesta 800 millones al año, que no es grano de anís. Porque el año pasado se limpiaron 500.000 metros cuadrados, el equivalente a 70 campos de fútbol. Normalmente -o al menos en el Ayuntamiento no hay constancia- no se abre expediente a los "anunciantes". Sólo hace unos años, al concejal Isaac Ramos, de San Blas, no se le ocurrió otra cosa que ordenar a los barrenderos que cortaran en las farolas uno de los "flecos" en los que se da el teléfono del que ofrece este o aquel servicio. Luego, su secretaria llamaba a cada uno de ellos y les anunciaba la multa a la que había sido acreedor. Pero ya no se hace. Tal vez porque el Ayuntamiento comprende que quien recurre a este tipo de anuncios no está como para pagar multas.

Quizás alguien ha comprendido que las farolas, el muro, son una especie de guía de servicios cutre, tablón de anuncios precario, páginas amarillas del emigrante, pregón de los más pobres. Aunque también de los más avispados. Hasta las grandes firmas aprovechan este soporte para imitar su lenguaje: Una conocida marca de artículos deportivos utiliza una pegatina: "¿Has visto este balón? Este prototipo fue robado de la central de diseño", etcétera, etcétera. Y se pide que quien "disponga de alguna información" contacte con la firma a través de Internet.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Los hay concisos, como el de "Centro de masaje" y un teléfono, y más completos, llenos de promesas y en el que no se olvida ni una de las especificaciones posibles. Por ejemplo, el de una asociación que ofrece tratamientos para cualquier mal: "Terapias individuales, de grupo, relajación, respiración, depresión, ansiedad, estrés, tabaquismo, miedos, obesidad, obsesiones, tics, insomnio". ¿Se puede dar más?

Ni siquiera de la política está libre la farola. Una octavilla, firmemente adherida al hierro, dice: "¿Inmigración? Los españoles, primero. Vota España". Y nada más. Con lo que se ignora si es que se trata de alguna votación mundial o europea al menos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_