La venganza contra la historia MANUEL RIVAS
La Historia es una serie de acontecimientos que nunca debieran haber sucedido. En esta visión encaja el célebre, por fallido, penalti lanzado en mayo de 1994 por Djukic, y que privó al Deportivo, y al fútbol gallego, del que sería su primer campeonato de Liga. En realidad, hoy ya sabemos que no fue un desacierto humano. El valeroso Djukic, inmortalizado por Julio Llamazares para la literatura, ejecutaba una acción del destino. Lo que ahora ocurre, con tantas coincidencias, semeja una laboriosa venganza contra la arbitrariedad de la Historia. Un gol curativo contra la superstición. La victoria paciente de la melancolía.Esto no es una revolución, pero sí una gran reforma. El Deportivo no es un Calais gallego, ese modesto equipo de Tercera que hizo cantar la Marsellesa en los bares franceses al vapulear a los gigantes monetarios. Hace seis años, con Arsenio, quizá la gesta coruñesa hubiera tenido un halo más romántico. Aquel equipo era percibido por toda España como la feliz combinación de un galaico maestro budista y un grupo de gladiadores espartaquistas dispuestos a liberarse de las cadenas. Pero hay un estúpido axioma en la ortodoxia futbolística: "Si eres primero, eres algo; si eres segundo, no eres nada". La cinematografía del Deportivo se vio afectada cuando tuvo que adaptarse al campo de las superproducciones, donde sólo existes si ganas. El pie derecho de la ciudad atlántica es muy señorito, mientras su pie izquierdo es bravo, soñador y portuario. Si falla el pie izquierdo, el de Fran, por ejemplo, el panorama se pone un poco bobo.
Los últimos años fueron, además, una época pija para el fútbol en general. Alex Ferguson lo definió como "un juego de dos mitades". Una es el negocio, pero la otra es el amor, la pasión. El fútbol se parece a una guerra sin disparos, y es precisamente eso lo que lo equipara al combate político. En el fútbol, como en la política, no se puede hacer desaparecer al pueblo. Y ese es el gran peligro de la época del fútbol hight tech: sustituir al pueblo por el consumidor. Lo cierto es que el Deportivo, en ese tránsito, no ha perdido finalmente la cabeza y ha conservado los dos pies. En el fondo, hay una gran coincidencia entre la época romántica de Arsenio y el racionalismo del ingeniero Irureta. Ambos son discípulos de Sun Tzu: "Si conoces a tu oponente y te conoces a ti mismo, juega al margen del azar; si no conoces al oponente y te conoces a ti mismo, arriesga para ganar; si no conoces al oponente ni te conoces a ti mismo, cuenta con el desastre". El tercer nivel es en el que se ha instalado Van Gaal con tantos apuntos.
Ya no hay aristocracia sino meritocracia. Ya no hay provincias sino diversidad. Estos son dos de los rasgos que le dan al título del Deportivo un significado de reforma profunda en las relaciones de poder del fútbol español, que ha dejado de ser, quizá para siempre, cosa de dos. La historia, el tamaño y el dinero son importantes. Pero no son nada sin la otra mitad.
La música y la danza tradicionales de Galicia se rigen por el movimiento de la progresión retardada. El desplazamiento hacia la meta nunca se produce en línea recta sino girando en espiral, de tal manera que uno parece alejarse cuando se está acercando. Así pasaba el balón Chacho, el mítico 10 del Deportivo. Los caminos entre colinas y las líneas del pensamiento parecen regirse también aquí por la progresión retardada. En Galicia no abundan los conservadores, sino los progresistas retardatarios. También este título puede contemplarse como un triunfo de la progresión retardada. Todo fue un espejismo de la Historia. Djukic metió aquel penalti.
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