"Un país que aplica la pena de muerte no es civilizado"
Al catedrático de Historia del Derecho José Manuel Pérez-Prendes (Madrid, 1933) le duele que una de las cabezas pensantes de este siglo que más admira, la filósofa Hannah Arendt, defendiera el ahorcamiento en Israel del criminal nazi Adolf Eichmann. Él no le habría aplicado ninguna reducción de condena, pero tampoco le habría ejecutado. Profesor de la Complutense, Pérez-Prendes ofreció ayer una conferencia en la Universidad del País Vasco (UPV) en un ciclo sobre la pena de muerte. España la eliminó por completo de su legislación hace cinco años, donde se mantenía en el Código Penal Militar en tiempos de guerra.Pregunta. Usted es contrario a la pena de muerte. ¿Alguna vez ha estado tentado de defenderla?
Respuesta. Hay crímenes particularmente atroces que te dejan una espina en el alma. Sujetos que pueden hacer cosas como las que sufrieron las niñas de Alcasser... cuando piensas en ellos te encuentras en una situación difícil. Hasta ahora he vivido siempre diciendo no a la pena de muerte y espero no tener que cambiar. Pero hay veces que me cuesta decir no.
P. ¿Cómo explica usted que Estados Unidos vaya dando lecciones por el mundo y mate a los asesinos?
R. Para mí es incomprensible. Me deja perplejo. He estado en Estados Unidos más de una docena de veces para actos académicos en lugares muy distintos... no lo entiendo y creo que no lo podré entender nunca. Gente intelectualmente muy importante cree que es algo muy bueno, una corrección social, que da la certeza de que no volverán a delinquir, que sirve de ejemplo para que otros no delincan... No lo entiendo.
P. ¿Puede un país que aplica la pena capital ser civilizado?
R. Puede querer ser civilizado, pero no lo es. Puede querer serlo, honradamente, pero no lo es.
P. ¿Considera necesario tratar de convencerles para que la deroguen?
R. Al menos tenemos que decirles que nos parece mal. Cuando yo estudiaba [los años 50], estaba en vigor en el Código Penal el uxoricidio privilegido. Consistía en que si estabas católicamente casado, encontrabas a tu mujer con un tío en la cama y optabas por matarlos, quedabas libre de pena. Si sólo le matabas a ella, te condenaban a seis meses de destierro. ¡Era una institución vigente en un determinado momento! No es cuestión de renunciar a aplicar el precepto, sino que es necesario cambiarlo. Eliminarlo.
P. Les ha dicho a los universitarios que, como el resto de las generaciones, deberán definir qué es lo justo en este momento. ¿Tanto evoluciona?
R. Creo que existen tres niveles de lo justo. La ley eterna o el Derecho Natural, que estará en la mente de Dios. Y yo, como no tengo una mente divina, ni me lo planteo. Luego, están quienes dicen que lo justo es lo que está en la ley. Yo, en cambio, creo que lo justo es histórico. Aristóteles defendía la esclavitud como institución justa en su momento y probablemente no era un degenerado. Hoy la consideramos injusta y la única manera que veo de conciliar esas dos realidades tan distintas es asumir que el sentido de lo justo cambia y que tenemos que redefinir en cada momento qué es lo justo.
P. España ejecutó sus últimas penas de muerte en 1975. Hoy la multitud manda callar a quien reclama que se aplique con los terroristas.
R. Refleja un cambio positivo en lo que son las percepciones sociales de lo justo. ¡Es que no se puede ser como ellos! El mejor modo de afrontar a alguien que asesina es explicarle que eliminar a un sujeto de la Tierra es por sí perverso. Y si lo estableces como regla no puedes admitir excepciones porque en cuanto lo haces legitimas el acto que pretendes condenar. Es tal como lo veo.
P. ¿Cómo valora la evolución de la humanidad?
R. He llamado alguna vez al siglo XX el del horror juridificado. Creo que hay poco siglos tan espantosos como el XX.
P. ¿Confía en que sirva de lección de cara al XXI?
R. Puede servir si no se pierde la memoria. Una cosa es no exigir responsabilidades y otra cosa es olvidarse de lo que la gente hizo. Si somos capaces de utilizar ese saber para recordar es posible. Si olvidamos la historia sí que estamos perdidos. Para mí el gran valor de la historia es que, como te da un poco más de conocimiento, te permite ser más libre. Tampoco digo libre del todo.
P. ¿Qué más recomendaría?
R. Uno de los grandes elementos correctores que necesita la humanidad es un aumento de lo racional y una disminución de lo irracional. Me parece que las religiones no son tan beneficiosas como la gente se cree. Creo que en este mundo sobra religión y falta razón.
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