"No es un buen día para matarse"
A las cuatro y media de la madrugada, Iñaki Ochoa de Olza hubiera jurado que apenas le separaban dos horas de la cima del Everest. El navarro se hallaba a 8.500 metros, separado en realidad por algo más de ocho horas de marcha a una altura extrema. A sus pies, un terreno quebrado de roca, nieve y hielo. Y nada más. Ni cuerdas fijas, ni un compañero al que atarse. La duda por toda compañía.... y un equipo de cuatro rusos enchufados a sendas botellas de oxígeno acercándose a un ritmo de autómata."No es el día indicado para matarse", reflexionaría Iñaki; se apartó, siguió unos minutos los movimientos de los rusos, que rescataron varios trozos de cuerda para asegurarse, y se giró de vuelta hacia el campo 3, que había abandonado dos horas y media antes.
A las 12 del mediodía, prismáticos en mano, Iñaki seguía la ascensión de los rusos, la primera por cualquier cara de esta montaña en el año 2000.
Ayer incluso se hablaba de cumbre en el campo base avanzado. Se creía que los cuatro integrantes de la expedición rusa había alcanzado con éxito la cima del Everest. Los rusos iban con oxígeno y en cordada, lo que les habría permitido superar con éxito el complicado paso que separa los dos escalones antes de llegar a los 8.548 metros.
En poco menos de cinco horas, Ochoa de Olza había descendido desde los inhumanos 8.500 metros hasta los tolerables 6.400 del campo base. Por tercera vez en su carrera superaba la cota de 8.500 en esta montaña, sin éxito en todos los casos. Y sin embargo, la mayoría de los que le recibieron en el campo base avanzado demostraron su admiración: por encima de los 8.000 metros, lo difícil es sobrevivir, mantener los nervios, detenerse y calibrar la distancia entre uno mismo y el objetivo.
Ochoa de Olza tiene fama de experto en este particular; quizá por esta razón sólo su compañero de expedición Antonio Aquerreta se aferraba de madrugada al radiotransmisor para saber algo de su amigo. El resto dormía para requerir noticias con el desayuno. Iñaki nunca había tratado de dormir por encima de los 8.000 metros: "No he podido dormir más de 20 minutos, allí solo en la tienda. Tenía una sensación extraña, como de atontamiento y aunque me repetía que debía beber apenas he probado una sopa en 24 horas".
Un corro de más de 30 personas, intercambiándose los prismáticos y conteniendo la envidia han seguido la ascensión del equipo ruso, un grupo financiado por la policía moscovita que hace apenas siete días compartía con la expedición navarra sus provisiones de caviar y pescado seco.
Perjudicados en la cara sur
Esta temporada, la climatología ha perjudicado, en contra de la costumbre, a las expediciones de la cara sur: el porcentaje de ascensiones por la cara norte es ridículo si se compara con el de la cara sur, cuya ruta permanece virgen por encima de los 8.500 metros. La expedición manresana, allí presente, renunció ayer a la cima y la andaluza pretende atacar la cumbre el día 17, aunque reconocen que precisan la colaboración de otras expediciones para abrir huella y abrirse paso a través de metro y medio de nieve polvo.
En la cara norte, el grupo de Oiarzabal, el vasco de Euskaltel, el andorrano, la expedición madrileña de IPIX y el resto de las expediciones espera que los sherpas o alguna expedición japonesa fije las cuerdas fijas entre el campo 3 y la cima. "Una vez hecho ese trabajo, pasar por ahí será un juego de niños", señala Ochoa de Olza. Mientras, el navarro disfruta entre bromas y tragos de agua de su renuncia más inteligente.
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