_
_
_
_
Reportaje:

El barrio andino del Retiro

El corazón de la América andina late en la Chopera del Retiro. A sólo un paso de las instalaciones del Instituto Municipal de Deportes se levanta cada domingo un pequeño barrio conformado por más de mil personas de Ecuador y Perú que van tras los recuerdos de la tierra lejana: la música, la comida y los amigos.Los hay de muchas ciudades: de Cuzco, Cajamarca, Piura y la selva peruana. O de Guayaquil, Quito, Loja, Ibarra, Ambato o Turcán, en el caso de Ecuador. A todos ellos, o a la mayoría, los unen las mismas historias, a veces tristes. Pero aun así, lo único que se respira en el barrio andino del Retiro es alegría.

Un ejemplo de ello es María, de 31 años. Con una sonrisa en la boca, cuenta que hace un mes llegó a España, y que allí, en Guayaquil, su tierra natal, se quedaron bajo el cuidado de su hermana cuatro de sus cinco hijos. Sólo Nuria, de cuatro años, pudo venir con ella.

El primero de los hijos de María nació cuando ella tenía 16 años. En Guayaquil vivían en una casa mixta, una construcción de cemento y madera en una zona marginal de la ciudad. La situación se hizo tan insoportable que un día su marido, Adolfo, tuvo que decidirse a venir a España. En Madrid, él trabaja como técnico de refrigeración, por lo que le pagan unas 130.000 pesetas al mes.

Mientras encuentra trabajo, María se dedica al cuidado de Nuria, a la espera de que algo salga pronto. "Yo vengo mucho aquí porque puedo saborear la comida de mi país", cuenta. Eso mismo comenta Tatiana Padilla, una ecuatoriana que conoce bien los domingos de la Chopera. Pero va más allá: "Aquí viene gente que está muy sola. Algunos acaban de llegar. Por eso vienen: para combatir la tristeza y la soledad".

La romería en la Chopera comienza a las doce de la mañana. Incluso antes. Grandes y chicos van desfilando hacia el punto de encuentro. Parece como si los sedujera el olor del cebiche peruano -marisco crudo preparado en un adobo de jugo de limón y cebolla- o el sonar de los pasillos, los valses, los boleros o el popular San Juanito ecuatoriano, uno de los ritmos más representativos de ese país.

"En el prendedero de mi corazón te clavaste tú. Nadie podrá arrancarte jamás", canta un joven, guitarra en mano. Al fondo, en una de las vallas que rodean las canchas del Instituto Municipal de Deportes ondea una bandera ecuatoriana. Son ya más de las tres de la tarde y la Chopera parece que hierve.

A un lado se oyen los gritos exaltados de los jóvenes que juegan al fútbol. Al otro se mezclan chicos y chicas en divertidos partidos de voleibol, para los cuales es necesario improvisar el escenario y conseguir una malla. Como fondo musical, salsa. Y como complemento, el olor del plátano maduro, frito en una rústica estufa de gas.Lo único que logra enturbiar el ambiente festivo de la Chopera es la presencia constante de la policía. Cada veinte minutos, una patrulla ronda la zona, y de vez en cuando, un par de agentes se incautan de las cervezas y refrescos que venden algunas personas. "¿Qué prefieren? ¿Qué robemos?", pregunta indignada Tatiana Padilla. Paulina, de 25 años, también se enfada. Hace sólo cinco minutos le quitaron cuatro botellas de cerveza y media docena de latas de Coca-Cola. "Eso está muy mal. Siempre tenemos que esconderlo todo. Nosotros no le hacemos daño a nadie. No entiendo por qué no nos dejan trabajar en paz", dice Paulina. Si cuenta las veces que le han decomisado su mercancía en las últimas semanas, cree que ha perdido más de 50.000 pesetas.

Presión policial

Pamela, una limeña de 38 años, también ha sufrido el acoso policial. Atrincherada detrás de un contenedor de basura, Pamela vende chicles, chupa-chups y tabaco. Cada vez que aparece la policía, esconde su mercancía. "Mi tía Ximena venía aquí, pero se cansó de que los policías la acosaran tanto y le quitaran las cosas. A mí también me las han quitado. Se han llevado los chupa-chups, todo. Por eso ya no vengo siempre", cuenta Pamela, una enfermera que llegó hace más de un año a Madrid y que trabaja como empleada doméstica.

La presión policial, sin embargo, no desanima a los asistentes. Al contrario, cada vez acuden más ecuatorianos y peruanos al parque. Esa costumbre, dice Carmen, una de las veteranas de la Chopera, comenzó hace ocho años. En aquella época, cuenta, sólo se reunían unos cincuenta ecuatorianos, pero con el paso de los años se ha ido multiplicando la presencia de peruanos y compatriotas suyos.

Carmen cree que la costumbre de juntarse en el parque del Retiro se extenderá a medida que lleguen más latinoamericanos. Y es que ningún ecuatoriano o peruano puede escapar a la irresistible tentación de comer un buen cebiche de pescado, una fritada con carne de cerdo o una papa a la guancaina (una mezcla de ají, leche, queso, galletas y sal). Todo ello, a un módico precio: 500 pesetas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_