El Valencia baja de las estrellas
El Celta frena la racha de los valencianistas y los aleja de la Liga de Campeones
CELTA0
VALENCIA
Celta: Pinto; Coira, Cáceres, Sergio, Vivas; Giovanella; Karpin, Celades, Makelele, Tomás (Belmadi, m. 77); y Turdó (Mena, m. 83).
Valencia: Cañizares; Angloma (Sánchez, m.86), Djukic, Pellegrino, Carboni; Mendieta, Farinós, Gerard, Kily González (Albelda, m. 80); Angulo y Claudio López.
Árbitro: Japón Sevilla. Enseñó tarjetas amarillas a Angulo, Cáceres, Makelele, Giovanella, Coira y Karpin.
Unos 23.000 espectadores en Balaídos.
El Valencia experimentó en Vigo lo duro que resulta a veces descender de las estrellas, y en un partido con menos focos pero con la Liga de Campeones en juego tuvo que agarrarse al empate para resolverlo todo en la jornada final. Apareció por Balaídos un finalista europeo con el ánimo abatido: todo lo hecho hasta ahora no le asegura repetir en la Champions si no levanta la copa en París, y pareció pesarle tanto la responsabilidad como el esfuerzo del Camp Nou. El Celta, con una decena de bajas y sin más alicientes que la Intertoto, puso al equipo de Héctor Cúper contra las cuerdas, pero sólo amagó. Así las cosas, la cita con un Zaragoza metido en la lucha por el título es ahora la baza del Valencia antes de la final de París.
Tal vez fuese Cúper el más consciente de la importancia de un partido con pinta de menor. Resultó una declaración de intenciones que repitiese el entrenador argentino el mismo equipo del partido contra el Barcelona; ni un solo cambio en la alineación, pero una actitud contemplativa que a punto estuvo de depararle males mayores. Porque en todo momento fue a remolque el equipo valencianista de la iniciativa del Celta, un grupo que hace un mes tenía pinta de desahuciado y que ha recobrado el tono sin tiempo para reparar los desperfectos. Eso sí, uno y otro Celta, el de perfil bajo de hace unas semanas y el brillante de determinadas ocasiones, mantienen intacto un vínculo que lo ha definido durante toda la temporada: su agria pelea con el gol.
De alguna manera sacó provecho el Celta de su repleta enfermería, porque privado de 10 de sus futbolistas se permitió revisar el sistema, y en más de una ocasión el sistema ha sido un problema más para el equipo de Víctor Fernández. Explotaron los de Vigo esa distancia sideral que suele dejar el Valencia entre sus centrocampistas y los dos delanteros, esa franja de terreno que los de Héctor Cúper suelen zanjar con balones de alta velocidad. Toda ese pedazo de cancha fue para Giovanella, de forma que Turdó estuvo respaldado por una línea de cuatro hombres con posibilidades de pisar el área. Por eso además de garantizar la posesión de la pelota, que al Celta pocos se la discuten, tuvo el equipo celeste más presencia de la habitual allí donde se resuelven los partidos.
Con el nuevo modelo táctico salieron ganando Celades y Makelele. El ex barcelonista llega al final de la temporada con el ascendente sobre sus compañeros que le ha faltado durante demasiados meses. Todos los balones que agarró los introdujo en el área, muy metido en el papel de Mostovoi, uno de los ilustres ausentes. Más próximo al delantero que de costumbre, Makelele confirmó su condición de hombre orquesta, su perfil de futbolista adaptable a cualquier situación que el juego le exija. Su condición física y su talento le convierten en un jugador imprescindible.
El Valencia contempló el partido con la indiferencia que concede bajar del cielo para pelear tres puntos. Su distancia entre las dos primeras líneas fue efectivamente excesiva, puesto que ni Gerard subió ni Angulo bajó. Y cuando los muy presionados centrocampistas pudieron colocar algún pelotazo, el duelo entre Claudio López y Sergio se zanjó siempre a favor del asturiano, que no dio opciones ni por arriba ni por abajo.
Quedó expuesto el choque a la tradicional falta de puntería de los de Vigo, que no tardaron ni un minuto en hacer sonar el larguero de Cañizares. Tuvo muchas opciones el Celta por las bandas, donde Carboni y Angloma pasaron más problemas que el miércoles en el Camp Nou. Por los desgastados costados del Valencia entraron Karpin y un Tomás inédito esta temporada, pero necesita demasiadas ocasiones el Celta para adelantarse en el marcador. El empate se convierte así en un resultado lógico y reiterado.
La segunda parte presenció a un Valencia orgulloso, al que le costó resignarse a las veleidades de la última jornada para garantizar el futuro. Le surgió el carácter, y en ese capítulo tuvo un papel destacado Mendieta. Asfixiado por la iniciativa celeste que no cesaba, el centrocampista sacó eso que los clásicos llaman casta, y de sus arreones llegaron las primeras oportunidades de los de Cúper. Más que jugar se diría que Mendieta empujó a sus compañeros hacia la portería del Celta, que ciertamente pasó apuros durante un puñado de minutos.
El tiempo transcurrió a favor de los de Vigo, que recuperaron la iniciativa y pusieron un empeño admirable cuando lo que buscan es sólo la puerta de atrás de la UEFA. Entonces reapareció Karpin que, incrustado entre Farinós y Gerard alimentó a Turdó de ocasiones que malgastar. Balaídos discutió a Japón Sevilla un gol anulado al ruso y una caída en el área de Celades. Fueron ocasiones que hicieron pensar al Valencia que le podía ir peor, por lo que acabó negociando el empate.
Como a cualquier gran equipo se le supone, el fútbol en la reserva que desplegó el Valencia le bastó para amenazar en los minutos finales, en los que el Celta cometió demasiadas faltas cerca del área. En una de ellas, Farinós sacó astillas del larguero de Pinto. Pero como de los destellos del equipo de Cúper no salió nada concreto le quedan dos opciones para regresar a la Liga de Campeones. Primero lo intentará con el Zaragoza. Despúes con el Madrid, y lo hará en París.
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