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Reportaje:

¡A jugar a la calle!

Por una sola tarde no hubo clases de piano, ni de kárate o de inglés, ni videojuegos con la consola enchufada al televisor y tampoco taciturnas sesiones de dibujos animados hasta la hora de la cena. Por una sola tarde, más de 300 chavales de entre cuatro y 15 años jugaron en un espacio arrebatado en pocas décadas por los automóviles, el cemento y los balones de fútbol como única alternativa de ocio. Juegos como las canicas, el trompo, los bolos, la rayuela, la comba, el diábolo o las chapas, entre una docena, suplantaron por un día goles y vueltas en bici de "los grandullones" que disfrutan diariamente de espacios como plazas, parques o calles de poco tránsito."Los más pequeños no tienen dónde jugar, no sólo porque sea peligroso por el tráfico para ellos, sino porque los más grandes invaden el espacio jugando al fútbol o con las bicis. Luego, tampoco hay sitios adecuados en la ciudad", explicaba la madre de Mari Carmen que, con cinco años jugaba por primera vez en su vida a las canicas en la Plaza de los Derechos Humanos de Almería. Ni siquiera el rudo diseño de la plaza, sin un solo árbol en su perímetro y ni un solo metro cuadrado de tierra, deslucieron el juego de canicas que Mari Carmen quiso probar sobre una moqueta que hizo las veces de arena.

La actividad, organizada por el Área de Políticas Sociales del Ayuntamiento, implicó a los barrios de Los Ángeles, Quemadero, Cruz de Caravaca, Piedras Redondas, Plaza de Toros, Fuentecica y Loma de San Cristóbal con el objetivo de "fomentar" las relaciones de convivencia entre las distintas zonas de trabajo social y obtener la participación de los niños. Además de la labor de coordinación de dos animadoras sociocomunitarias la propuesta culminó con éxito gracias al trabajo de 60 voluntarias encargadas de organizar cada uno de los juegos y mantener el orden en la participación entre los chavales. "Tengo un espíritu de ayudar a los demás en lo que pueda, por eso voy dos veces en semana a los talleres manuales y de pintura del centro social del Ayuntamiento y por eso he venido aquí a echar una mano", comentaba Antonia, una vecina que maquillaba a los niños que quisieron jugar con las caras pintadas.

A la novedad de propuestas como el juego de filas -donde niños y niñas cantaron canciones del tipo Al pasar la barca o El señor don Gato- la pesca de patos, el tiro al peluche o el tragabolas, se añadía la emoción de saberse hacedores de su propia diversión. "Todos los materiales que están empleando han sido confeccionados por ellos. Han pintado y decorado los bolos, han recortado las anillas que deben encestar en las botellas o han conseguido las cajas de cartón para el juego de las tragabolas", señaló una de las animadoras.

La excepcionalidad de aquella tarde de juegos pretende ser la habitualidad a medio plazo como reto de la concejala Arantxa Locubiche para el próximo curso escolar. "Esto que hay aquí hoy debe ser lo cotidiano porque para los niños esta es la geografía de su espacio, además del desarrollo de la imaginación y creatividad que les pueda aportar la participación colectiva en juegos de este tipo".

A lo forzado de la actividad por cuanto a la carencia de espontaneidad a favor de la planificación institucional -el desarrollo de la tarde de juegos costó al Ayuntamiento casi medio millón de pesetas- se pretende imbuir la naturalidad y el deseo imprescindibles a sus propios protagonistas: los niños. Para ello, la experiencia rotará por las plazas de Almería, hasta conseguir un efecto multiplicador que haga innecesarios alientos previos.

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