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Reportaje:

Boda nipona con sabor medieval

Alcalá la Real se convierte en el escenario de la celebración de un enlace entre japoneses

Ginés Donaire

,Probablemente, los vestigios de la fortaleza de La Mota, en Alcalá la Real (Jaén), no habrán sido nunca testigos a lo largo de su dilatada historia de una celebración tan exótica y pintoresca como la que ayer tuvo lugar en el patio de armas de este reducto medieval. Una pareja de japoneses, Minako y Tatsuhiro Hayakawa, ambos de 28 años de edad y procedentes de la megalópolis de Osaka, eligieron la atalaya alcalaína, encaramada sobre sobre más de 1.000 metros de altura, para darle solemnidad a la ratificación del matrimonio que contrajeron en enero del pasado año.Es éste un ritual nipón que cada vez mira más hacia los países europeos y que muy pronto podría convertirse en habitual en las principales capitales andaluzas. La artífice de este singular enlace fue Elena Víboras, concejala en el Ayuntamiento de Alcalá y diputada socialista en el Parlamento andaluz. Nada más tener conocimiento -a través de la nuera japonesa de una amiga- de la fiebre existente en el país asiático por celebrar bodas en el extranjero, no dudó un momento en "vender" la candidatura de su pueblo, consciente de que este tipo de celebraciones son un reclamo turístico de primer orden.

"Cuando nos enteramos mandamos información turística de Alcalá hasta Japón vía Internet, y ya está dando resultados", comentaba Elena Víboras, que ayer, además de oficinar la ceremonia civil, más parecía una astuta casamentera. Elena se ayudó para oficiar la ceremonia de Etsuko Obata, una intérprete japonesa que, desde su agencia en Granada, fue la encargada de colocar el nombre de Alcalá en las tarjetas de boda que la joven pareja japonesa repartió entre sus familiares.

Ayer sólo dos amigas estuvieron presentes en la boda. "A los novios les resulta más barato así, pues en Japón hubiera asistido toda la familia", explicó la traductora nipona. Los novios, que llegaron hasta la fortaleza La Mota con más de una hora de retraso, asumieron también el coste de un cuarteto de la Coral alcalaína Alfonso XI que, utilizaron una torre vigía como improvisado e inusual coro. El marco majestuoso del patio de armas del castillo fue engalanado para la ocasión, quizá para estar en consonancia con los impecables trajes blancos que portaban el novio y la novia, el de ésta última confeccionado por ella misma.

El cielo, que hasta ese momento había estado amenazando lluvia, se iluminó cuando Minako y Tatsuhiro asintieron a las palabras de Elena Víboras: "Libremente y sin coacciones, ¿consiente en ratificar su matrimonio?" De sus bocas salió un sí japonés que fue lo único que entendieron la veintena de testigos de la ceremonia, entre empleados municipales y medios de comunicación. La oficiante preguntó entonces a los novios sí en su país no se llevaba la costumbre de besarse y, ni cortos ni perezosos, Minako, empleada en una empresa de ordenadores, y Toshikazu, un oficinista, se fundieron en un prolongado beso ante los aplausos de los allí congregados.

Y después no podía faltar el convite, que en esta ocasión fue una deferencia del Ayuntamiento alcalaíno, aunque, eso sí, con platos autóctonos. La noche la pasarían en el Parador de Jaén para iniciar desde allí un recorrido turístico que les llevará por Sevilla, Córdoba, Granada, Toledo, Madrid y Barcelona.

Elena Víboras, que reconocía que esta había sido la más original de la decena de bodas que ha celebrado hasta ahora, confía ahora en que cuando la pareja japonesa enseñe sus reportajes de vídeo y fotografía a sus amigos sean muchos más los que se animen a repetir la experiencia.

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