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FÚTBOL 36ª jornada de Liga

Cuatro años de autodestrucción

El conjunto rojiblanco paga con el descenso no haber asimilado el éxito del doblete

El tercer palmarés más rico del fútbol español (nueve Ligas, nueve Copas, una Supercopa, una Recopa, una Intercontinental, una final de la Copa de Europa...), también el tercer presupuesto más poderoso (casi 15.000 millones de pesetas), dio ayer con sus huesos en Segunda División. Ya es oficial, nada puede remediarlo. El Atlético, que en 2002 cumple 100 años, consumó en el Carlos Tartiere el descenso, el tercero de su vida -ya bajó en 1929 y en 1936, aunque tras este último no perdió la categoría-, tras 61 temporadas ininterrumpidas en la máxima categoría. La peor noticia de su existencia -quizás junto a aquella noche maldita de 1974 en Bruselas, cuando un gol de Schwarzenbeck en el último minuto quitó de las vitrinas una Copa de Europa que Luis Aragonés había depositado allí diez minutos antes-, le llega al Atlético, pues, tan sólo cuatro años más tarde de la mejor de sus alegrías, el legendario doblete del curso 1995-96. Y probablemente la desgracia de hoy es consecuencia directa del éxito de entonces.Pocas veces una victoria ha tenido efectos tan devastadores con el ganador. El Atlético interpretó mal el triunfo -19 años llevaba entonces sin un título de Liga- desde todas sus esquinas e inició, a partir de esa fecha gloriosa, el proceso de autodestrucción que culminó ayer. Y lo que en una primera lectura resulta inexplicable -¿cómo a estas alturas de siglo puede irse al garete una sociedad con semejante currículo, cómo en estos tiempos del dinero sobre todas las cosas puede fracasarse a partir de un presupuesto tan poderoso?-, no parece así cuando se juntan varias claves en una sola coctelera.

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Y parecía imposible

Si existe un personaje capital en esta historia de deterioro ése es Radomir Antic. Con cuota de culpa. Desarmó caprichosamente su propia obra, el gran equipo del doblete, convencido de que el único insustituible en el Atlético era él. En un principio se miró con cierto escepticismo la teoría de que el Atlético inició su caída cuando Antic debilitó su vestuario. Pero ya no. Porque si algo le ha faltado al Atlético en su drama es el carácter de los futbolistas, su rebeldía a un suceso como éste. A la hora de la verdad el Atlético se ha visto falto de ganadores. Los tenía, pero todos perdieron su pulso con Antic.

Pero tanta culpa como Antic han tenido algunos de sus detractores, los que habitan en los despachos principales del Atlético. El equipo de dirección del club -Miguel Ángel Gil Marín, Clemente Villaverde y Miguel Ángel Ruiz- siempre vio en Antic a un competidor. Alguien que le robaba los elogios por el doblete. Gil Marín y su gente también interpretaron el año de los éxitos como una obra exclusivamente de ellos. Y en cuanto pudieron actuaron contra el entrenador. No de forma directa, sino guardándose siempre una demagógica marcha atrás para no enfrentarse del todo con la hinchada. Por eso, y porque Jesús Gil nunca llegó a convencerse de que su hijo tuviera más razón que el técnico, se llamó de nuevo a Antic al final de la pasada temporada, tan sólo unos meses después de su despido -el mismo miedo al graderío al que sucumbieron los administradores judiciales del club cuando advirtieron que con Ranieri el Atlético corría peligro-.

Lo reprochable de Antic no estaba en su modelo de fútbol, sino en algunos rasgos de su carácter. Sin embargo, los gestores del Atlético batallaron en lo futbolístico: y se empeñaron en la italianización del equipo. Primero con Sacchi y luego, pese al nefasto experimiento, con Ranieri. Se repitió proyecto italianizado con la excusa de que no falló el modelo, sino la elección de jugadores. Habrá técnico italiano, se dijo, pero ahora fichará el club. Y las consecuencias han sido terroríficas. Tal vez en el fracaso de Gamarra tiene más culpa el jugador que quien recomendó su fichaje. Pero no en casos como Pilipauskas o Capdevila. En su intento por escapar de la decadencia, el Atlético ha echado de menos jugadores más comprometidos. Pero también de calidad.

Los sistemáticos viajes de la italianización a Antic, y viceversa, han sepultado al equipo, que ha ido pasando, por ejemplo, de sólo pensar en la defensa a ignorarla. Y todo en un clima de constante enfrentamiento colectivo. Los casi cuatro meses de administración judicial generaron un clima de intranquilidad que remató la caída. Pero desde lo futbolístico, enredado en las interminables batallas Antic-Gil Marín, el Atlético estaba condenado antes.

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