La soledad de Villalonga.
El presidente de Telefónica pierde el apoyo de los accionistas del 'núcleo duro'
El fracaso de la fusión entre Telefónica y la compañía holandesa KPN ha dejado a Juan Villalonga muy solo y en una situación realmente comprometida. Tras este revolcón, con el Gobierno sometiéndole a un duro desgaste y los accionistas del núcleo duro (BBVA y La Caixa) votando en contra, los ruidos sobre su abandono de la presidencia de Telefónica han aumentado considerablemente.Y es que más allá de la frustración que de por sí supone el derrumbe de este nuevo proyecto de alianza, el presidente del primer grupo empresarial español se ha encontrado que, por primera vez, el BBVA y La Caixa le han dado la espalda y que, además, el compacto cuerpo de consejeros independientes se ha comenzado a romper. César Alierta (presidente de Altadis y socio de Telefónica en algunos negocios de distribución) y Maximimo Carpio, también se opusieron a la operación.
Se abre ahora un periodo de incertidumbre sobre el futuro de Villalonga, que ayer tuvo una hija en Miami con Adriana Abascal (viuda del empresario mexicano Emilio Azcárraga). Queda en el aire si, alejado de la realidad española por sus largas estancias en Estados Unidos y México, ha recibido el mensaje y está dispuesto a intentar un acercamiento con el Gobierno, desde el que se apunta que en la fusión con KPN no tuvo en cuenta la disciplina legal española. De momento, según fuentes de su entorno, lo primero que ha hecho es contactar con fondos de inversión estadounidenses para sondear sus puntos de vista y pensar en nuevas ofensivas.
"Por su cabeza no ha pasado la idea de dimitir, al menos hasta la fecha", aseguraban ayer fuentes de la operadora. "La confusión es lógica y, sobre todo, porque desde foros políticos y mediáticos hay muchas ganas de que se vaya; pero tengo la impresión de que se van a quedar con las ganas. Otra cosa es lo diga el consejo", añadían esas fuentes. En caso de cambio de presidente, su sustituto debe llevar al menos tres años en el consejo, según las medidas de blindaje que impuso el propio Villalonga, aunque una junta puede modificarlos.
La primera oportunidad será en la reunión que celebrarán el próximo 31 de mayo, el último miércoles de mes como acostumbra la operadora a celebrar sus consejos ordinarios. En estos momentos, ni el BBVA (cuenta con cuatro consejeros, dos de ellos vicepresidentes) ni La Caixa (dos consejeros, uno vicepresidente) tienen pensado presionar a Villalonga para que presente la dimisión; pero, si lo hace, sus representantes en el consejo no podrán ninguna objeción, según fuentes del núcleo duro.
El BBVA apostó fuerte por la alianza estratégica para desarrollar negocios en Internet con Telefónica y quiere seguir haciéndolo. Precisamente, el banco inicia el lunes una macroampliación de capital por valor de 500.000 millones para apoyar parte de las inversiones. "Por ello sería contradictorio que torpedeáramos a Villalonga en este momento, ya que podríamos arruinar la ampliación", sostienen fuentes del banco.
Fueron los reparos que puso el Gobierno a esa alianza al exigir al BBVA que desinvierta para que no estuviera en dos empresas del mismo sector en aras a la competencia los que provocaron el estallido de unas relaciones que ya se habían deteriorado con el escándalo de las stocks options. Hasta entonces, banco y empresa viajaban en el mismo barco, pero la entidad financiera se ha desmarcado en esta oportunidad poniéndose al lado del Gobierno.
Algunas fuentes sostienen que al banco le interesa mantenerse en buena sintonía con el Ejecutivo para seguir con sus negocios con Telefónica, independientemente de quién presida la compañía. Por eso, las malas relaciones que existen ahora entre Villalonga y el hombre que le propuso para presidir Telefónica, José María Aznar, no invitan a mantenerse cerradamente junto a Villalonga y explica, según esas fuentes, que el banco se opusiera a la operación, aunque técnicamente la viera bien.
A ese carro se apuntaron La Caixa, Alierta y Carpio, nombrados en su día por Economía. En las 10 horas que duró el consejo en dos días, también hubo posturas críticas como la del exdiputado del PP Gaspar Ariño, que acabó votando a favor. Las fuentes consultadas presumen que puede haber cambios de parecer en otros consejeros independientes si se cuestiona la continuidad. Pero, según uno de los afines a Villalonga no se va a producir. "El abandono de las negociaciones con KPN fue jarro de agua fría, pero a corto plazo no veo amenazada su continuidad; acaba de pasar con resultados brillantes una junta general", subraya. Y continúa: "Seguirá igual que lo hizo el presidente de Deutsche Telekom después de haber fracasado la operación con la operadora italiana, o como el de British Telecom tras ocurrirle lo mismo con France Télécom".
El cambio de actitud del núcleo duro no sentó bien a ese consejero: "Todos, preguntados uno a uno, consideraron que la operación era estupenda con la salvedad parcial del BBVA por el canje , pero no contra la operación global. O sea, que estaban a favor. Si votaron en contra no fue por razones empresariales, alguna otra razón debía haber".
La incógnita se abre a más largo plazo. "Para Villalonga supone un fuerte desgaste personal, ya que hasta ahora tenía en frente al Gobierno; pero ahora se han puesto también los dos grandes accionistas", apunta otra fuente. Y Villalonga no sólo debe hacer frente a la divisón en el seno del consejo de administración: también existen divisiones en el equipo directivo.
En el entorno de Telefónica prefieren "no ver más fantasmas y pensar en las buenas relaciones con el núcleo duro", pero añaden más reflexiones para la polémica: "El Gobierno tenía intenciones distintas de las que ha formulado como argumentos. Porque el Gobierno holandés estaba ya comprometido a la privatización total de KPN a fecha fija y Economía lo sabía.No podía anunciar una reducción del periodo de privatización porque entonces hubiera hundido su valor en Bolsa". Y señalan que "es chocante que un ministro airee las cartas que le envía otro" .
El impacto que va a tener en la empresa, sobre todo ante posible ofertas hostiles de compra, sale a debate. Una de las obsesiones de Villalonga es ganar tamaño para no ser pasto de otras operadoras más grandes que puedan lanzar una OPA sobre Telefónica. Con un valor en Bolsa de 87.702 millones de euros, la operadora española sólo alcanza un tamaño medio a nivel mundial. Con KPN ese valor hubiera aumentado a 147.672 millones de euros. "No se ha prestado un buen servicio al accionista, ahora Telefónica sigue con el problema de dimensión; si no alcanza masa crítica, nos harán una OPA desde el exterior, y si sucede eso próximamente, alguien tendrá que dar explicaciones. Y algún banco que pretendía muchos consejeros quizás se queda ni con uno ni con dos, sino con cero".
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