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Raúl pone París en los labios

Gran actuación del Madrid, que desde el orden y la concentración se quitó sus complejos hacia el Bayern

Desde una posición retrasada, como enganche, alejado de los metros de la verdad que tanto le gustan, Raúl volvió a ser grande. Juegue donde juegue es grande. Tanto que autoriza a soñarlo todo, también una final española en la Liga de Campeones. Protegido por la fidelidad de Raúl con las grandes causas, por su presencia descomunal en cada centímetro del césped, el Madrid supo quitarse de encima sus complejos hacia el Bayern y contestar a sus goleadas recientes con una magnífica sesión de fútbol. Raúl fue el alma del equipo, el hermano mayor de cada uno de sus compañeros, el tipo que puso París en los labios del Madrid. Pero ayer se reivindicó en su conjunto el Madrid, que no tuvo fisuras. Tampoco desde lo táctico: el antídoto que Del Bosque le aplicó al Bayern resultó certero.En el fondo, lo que el Madrid hizo fue disfrazarse de Bayern, copiar su dibujo. Y el 3-4-1-2 le dio múltiples beneficios. Con los tres centrales, con Helguera como jefe de operaciones, Elber y Paulo Sergio no lograron moverse a gusto y, por tanto, no causaron esta vez destrozos. Tampoco hizo sangre por los costados el Bayern, muy exigido en asuntos defensivos por Salgado y Roberto Carlos. Como además funcionaron las coberturas de Iván Campo y Karanka por las bandas y Scholl no encontró las facilidades de otros días para maniobrar por entrelíneas, la temida máquina alemana no fue tal. Siempre ordenado, siempre concentrado, siempre de pie, el Madrid demostró tener estudiado a su rival.

REAL MADRID 2BAYERN MÚNICH 0

Real Madrid: Casillas; Iván Campo, Helguera, Karanka; Salgado, McManaman, Redondo, Roberto Carlos; Raúl; Morientes (Savio, m.60) y Anelka (Balic, m.80).Bayern: Kahn; Babbel, Jeremies, Linke; Salihamidzic (Santa Cruz, m.77), Fink, Tarnat (Wiesinger, m.46), Lizarazu; Scholl; Paulo Sergio y Elber (Jancker, m.77). Goles: 1-0. M.4. Anelka se desmarca entre Babbel y Jeremies, Raúl adivina su movimiento y le manda el balón en profundidad. El francés controla y marca por alto con la derecha. 2-0. M.33. Salgado hace la pared con Raúl dentro del área, recorta al portero y Jeremies, que llegaba desde atrás, marca en propia meta. Árbitro: Frisk (Suecia). Mostró tarjeta amarilla a Karanka, Scholl, Salgado y Roberto Carlos. 70.000 espectadores en el Santiago Bernabéu. Partido de ida de las semifinales de la Liga de Campeones. La vuelta se jugará en Múnich el próximo martes, día 9.

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Sin exceso de pelota, el Madrid supo apañárselas igualmente para abrir el montaje defensivo del Bayern. Lo hizo a partir de una movilidad constante e imprevisible. El gran éxito del Madrid fue hacerse indescifrable. Imposible saber por dónde iba a ofrecerse Redondo, hacia dónde iba a correr McManaman, qué endemoniado desmarque se iba a inventar Anelka... Y lo que verdaderamente no había forma humana de adivinar era qué se le iba a ocurrir a Raúl. El siete del Madrid cuajó una actuación sobrehumana. Sin goles proeza como tantas otras veces, pero omnipresente. Se le vio en todos los goles -diríase que los fabricó él- y en casi todas las jugadas. Se le vio mirando al área de Kahn, junto al círculo central, en el lateral derecho para compensar una subida de Salgado... A Raúl se le vio en todos los sitios a la vez.

Por supuesto también en el primer gol, el que le facilitó al Madrid todo el trabajo. El que le dio seguridad en sus ideas y le apagó de un plumazo todos sus complejos hacia el Bayern. Todo ocurrió muy pronto y de forma inesperada. Raúl agarró el balón en el costado izquierdo, muy cerca de la línea que divide el campo, y levantó la mirada. A lo lejos divisó a Anelka, y como un iluminado, adivinó sus intenciones: mandó el balón en profundidad y por raso justo al sitio por dónde luego corrió el francés, que controló el balón, se tomó su tiempo para decidir y con sangre fría batió por alto a Kahn.

Anelka se había decidido a ejecutar su mejor movimiento de la temporada, a hacer coincidir al fin la realidad con las expectativas de-satadas con su fichaje, y allí, como siempre, estaba Raúl para echarle una mano. No había realizado la maniobra en todo el año -sólo la había anunciado de boca, porque cierto es que ésa es la forma de juego que venía reclamando el francés-, pero Raúl supo que Anelka se iba a ir por ahí.

Con el 1-0 a los cuatro minutos, el Madrid no se dejó llevar por el entusiasmo. El Bernabéu hervía y resultaba tentador, pero el conjunto blanco decidió mantenerse concentrado, ordenado y serio. No se vació en ataque el Madrid, no asumió riesgos, pero desde el sentido común y el buen criterio, fue acomodándose el partido paso a paso.

Del Bayern de hace un par de meses, el del 2-4 y 4-1, no hubo noticias. Tienen como coartada que entonces estaban Matthäus y Effenberg, y ayer no. Pero el Madrid estuvo ayer siempre por encima. Los alemanes acertaron a alzar la voz en un par de ocasiones, pero en ambas Casillas les mandó callar al momento. Y cumplida la media hora, con un poquito de suerte, otro poco de Salgado y un mucho de Raúl -le devolvió una pared sublime al lateral- llegó el 2-0.

El Madrid se sintió más convencido de que estaba haciendo lo correcto. Y siguió bajo su fórmula del orden y la máxima concentración por atrás, y la movilidad permanente y el ingenio de Raúl por delante. El siete del Madrid fue regalándole goles a Morientes y a McManaman, también probó suerte con un globo fabuloso, pero el marcador ya no se movió más. Y al Madrid le dio lo mismo: con el 2-0 se siente en la final.

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