A vueltas con las vueltas de la noria
Si hubiera que indicar el camino de la feria en cualquier idioma pintarían una noria en los carteles. Nadie se imagina una feria sin ella porque la noria tiene en sus vueltas eternas el mareo de la fiesta y cuando se la mira, aunque sea de lejos, llega el olor del algodón de azúcar, de las manzanas caramelizadas, del chocolate y los churros. Y el ruido atronador y el espacio angustioso de una calle que por algo llamaron del infierno.José Berral tiene dos norias que han crecido con él. Cuando no levantaba un palmo del suelo sus padres le llevaban de feria en feria. "Entonces el negocio era familiar, más humano, pero con más miseria". A sus 47 años no recuerda muchos momentos de infancia feliz a pesar de que fue un niño que se crió en una feria. Entonces la familia se apiñaba en los camiones pequeños. Allí comían y dormían todos juntos y cuando hacía calor se sudaba y se congelaba la nariz si hacía frío. Así comenzó un negocio que ahora llaman de industriales feriantes y que guarda en su vida nómada el romanticismo del circo.
La pequeña noria se ha multiplicado por dos y ha crecido. "Las norias no han pasado de moda porque han cambiado mucho, ahora son más grandes" y pueden competir todavía con los aparatos más ruidosos y sofisticados.
De abril a octubre Berral vive en un camión que ha costado 25 millones y que tiene más comodidades que cualquier casa. "Aire acondicionado, espacio privado para cada uno", nada que ver con lo de antes. Pero a pesar de eso, con los años va pesando el estar tanto tiempo fuera de casa, a la que vuelve, en Sevilla, cuando acaba la temporada de las ferias del sur.
Entonces hay que retocar los enormes mecanismos de la noria, un orondo gigante de hierro que pesa 250.000 kilos y que necesita el trabajo de una docena de obreros que la montan en una semana y la desmontan en los siete días después de la fiesta. Una hilera de cinco camiones se desplazan por las carreteras con las tripas de la noria a otra ciudad. Y vuelta a empezar. Para instalar la noria en la Feria de Abril hay que pagar un impuesto de cuatro millones de pesetas, un gasto que asciende a seis millones cuando Berral suma los sueldos del personal que trabaja esta semana turnándose de once de la mañana a siete de la madrugada.
Dar unas vueltas del cielo a la tierra cuesta 350 pesetas. Berral se acuerda de cuando los niños tocaban la gloria por dos duros. "Entonces era más humano, ahora la competencia no deja hacer muchas amistades".
Cuando acabe la Feria de Abril, una de las norias de Berral viajará a Córdoba, la otra a Jerez. Las norias giran sobre su propio eje y dan vueltas por el mapa de carreteras. Pero no se sabe por cuánto tiempo. "Qué más quisiera yo que mis hijos estuvieran aquí. Ellos estudian y creo que la tradición se acabará conmigo". Pero no el negocio, porque ¿alguien se imagina una feria sin noria?.
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