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FÚTBOL 34ª jornada de Liga

Urzaiz resurge y aleja aún más al Celta de Europa

El Athletic se da un respiro en un partido rendido al centrocampismo

Gracias a Ismael Urzaiz ayer quedó demostrado que mientras el fútbol se alimente de goles los delanteros resultan imprescindibles. Ya pueden los entrenadores superpoblar el campo de tipos rudos, de linces en el robo del balón y cortos de vista en la organización, que si no llega un jugador con pegada y olfato (por mucho que los haya perdido esta temporada) nadie mueve un partido. A Urzaiz, condenado al ostracismo en la época más reciente de Luis Fernández en el Athletic, le concedieron 27 minutos para que se las compusiera a su manera y desatascara el monumental enredo en que se convirtió el partido. Sólo necesitó 13. Marcó un gol sin lugar a la reacción y de la misma salvó al Athletic de más disgustos -el panorama se le ha aclarado de forma casi definitiva- y descorazonó al Celta, que ve la UEFA con prismáticos.El partido había empezado con honestidad y alegría. El Celta se repitió a sí mismo, y consiguió llegar a la portería del Athletic tres veces en los tres primeros minutos, y otra más un poco más adelante. Algo loable si no fuera porque, por reiterativo, esto en el equipo de Víctor Fernández significa más una lacra que una virtud. Siempre tiene el mismo resultado: cero. El Athletic respondió a su manera. A la elegancia y primer toque del Celta contestó con fútbol racial. Pero con igual desenlace.

ATHLETIC 1CELTA 0

Athletic: Lafuente; Larrainzar, Alkorta, Carlos García, Felipe; Urrutia, José Mari, Alkiza; Javi González; Etxeberria y Ezquerro. Celta: Pinto; Celades, Cáceres, Sergio, Velasco; Makelele, Giovanella; Karpin, Mostovoi, Revivo; y Turdó. Gol: 1-0. M. 86. Urzaiz. Árbitro: Turienzo. Amonestó a Cáceres, Karpin, Velasco, Larrainzar, Sergio, Carlos García, Felipe, Alkiza. 40.000 espectadores en San Mamés.

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Turienzo pasó de puntillas

La tarde mereció la pena mientras los jugadores recordaron la consigna de ir a ganar. Cuando cambiaron de clavija y rememoraron las penurias que les han acompañado últimamente el partido languideció en un estado comatoso demasiado repetido en este final de campeonato. Además, para que ese instinto conservador prospere, los entrenadores se han preocupado de poblar sus alineaciones de esa figura llamada pivote, una especie en vías de expansión. Ayer hubo cinco, gracias sobre todo a Luis Fernández, que colocó a tres. Así, el juego terminó derivando en una cadena de malos pases e imprecisiones en tierra de nadie. En un partido en el que ni Mostovoi ni Karpin aparecieron (Joseba Etxeberria se convirtió en un recurso demasiado fugaz y aislado) sólo podía morir en la inanición del centrocampismo o salvarse con un gol de algún jugador al que verdaderamente le paguen para eso, como Urzaiz.

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