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NEGRITAS

Facturas

Flotar cuesta dinero. Deambular por un desierto no, o al menos, no tanto. Ésa y no otra es la razón por la que ha llegado a la gran pantalla El árbol del penitente, la ópera prima de José María Borrel rodada casi al completo en el desierto almeriense de Tabernas. "¿Dónde no hay nada?, me pregunté para poder contar la historia y que me saliera lo más barato posible. En el mar y en el desierto, pero flotar cuesta dinero", reconocía del director durante el rodaje. Dicho y hecho. Sin más pretensiones que la de contar una historia "distraída", Borrel narra los tejemanejes de un fallido negocio de contrabando en Almería que tiene por protagonistas a un ruso, un cubano, un cura, un muchacho del Sur y su esposa de ancestrales costumbres andaluzas. Alfredo Landa, Javier Manrique, Elena Anaya e Idelfonso Tamayo encarnan estos personajes extremos que caricaturizan la irreal historia. Sin embargo, la realidad supera siempre la ficción y la idea de que el desierto (de mar o de arena) ahorra gastos de mantenimiento, gana adeptos de forma peligrosa. Si no, que se lo pregunten al almeriense ex regente del desmantelado país imaginario de Sealand y también ex agente de la Guardia Civil, Francisco Trujillo. La insólita historia, con oasis terrenal en una plataforma de guerra de 140 metros de largo por 40 de ancho en el mar del Norte, habría hecho las delicias de Borrel a modo de escenario improvisado para rodar su rifirrafe entre estafadores. Los adscritos al edén de la fantasía virtual han dejado un reguero de facturas de hotel impagadas en Madrid, han expedido pasaportes y tarjetas diplomáticas de un lugar inexistente y han tomado el pelo al personal con ficticios cargos de alta alcurnia.

Historias tan excéntricas rayan la paradoja con otras, también almerienses, relacionadas con eso del espacio físico por el que se paga por invadir. Ocurrió en un pleno del Ayuntamiento tras la denuncia de una vecina en el punto de ruegos y preguntas: "Mire alcalde, soy una vecina de la calle Reina. Pago 9.000 pesetas por la basura y resulta que mi vecina de enfrente, que vive en el lado izquierdo, paga 6.000, y que yo sepa la basura es basura y no hay artículos de lujo en ella". La mujer ha conseguido que el Consistorio se percate de la desproporción de las tasas en una treintena de calles e igualará los pagos. De no haberlo logrado le quedaban dos opciones: irse a vivir al desierto o conseguir un certificado de Sealand que la eximiera del débito.

MARÍA JOSÉ LÓPEZ DÍAZ

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