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El fútbol y los dioses

La indignación de Pelé contra Dios porque ha dejado que Ronaldo se lesione otra vez, advierte sobre el inicio de un divorcio entre fútbol y divinidad que de momento afecta al fideísmo brasileño, pero que puede contagiar incluso a los croatas en el caso de que Suker, Dios no lo quiera, se lesionara. La rodilla derecha de Ronaldo ha pasado por el quirófano en febrero de 1996, en septiembre de 1998, en noviembre del mismo año, 12 meses después en 1999 y ahora, en abril de 2000. En cuanto a la rodilla izquierda da frecuentes muestras de tendinitis y los expertos concluyen que la poderosa estructura física de Ronaldo falla en las rodillas y todo lo que el cuerpo le pide hacer, las rodillas lo contemplan con un cierto escepticismo. Esas rodillas son frágiles porque soportan a un atleta excesivo, porque tienen que asumir sus inspirados cambios de ritmo, la prodigiosa combinación de peso y ligereza que caracteriza el hacer de Ronaldo. El peso le ayuda a avanzar, como si abriera un pasillo entre los defensas y puede improvisar la velocidad de un corredor de 100 metros lisos, pero las rodillas no están para esos trotes. Los antiguos creían que la rodilla es el principal factor de la fuerza corporal, el símbolo de la autoridad del hombre y de su poder social y tal vez a eso se deba que los escoceses vayan con faldas y los duques consortes y los banqueros con bermudas. Pero los dioses le han impuesto a Ronaldo una rodilla perversa, como a Aquiles le concedieron un talón que ha sido el hazmerreír de la humanidad desde el turbio asunto de la conquista de Troya.Los espectadores se quedan huérfanos de mito porque no ha habido tiempo de cimentar lo suficiente un dios del fútbol alternativo a Ronaldo y porque Rivaldo, el llamado a ocupar esa ausencia, ha tropezado con Van Gaal, que es uno de los tropiezos más contundentes y opacos que le pueden pasar a un futbolista con talento. Pero tan huérfanos como los espectadores se puede quedar el tinglado comercial que rodea a Ronaldo dirigido por sus mánagers, confiados en que la juventud del ídolo prometía largos años de ganancias, algunas de por vida; Nike le ha suscrito un contrato vitalicio. Las instituciones futbolísticas internacionales, la UEFA o la FIFA, están inquietas porque la operación de entronizar a Ronaldo para sustituir a Maradona fue una osadía que les salió bien, sino fuera por la pertinaz rodilla del brasileño. El fútbol es una religión de diseño, así en Europa como en América y no puede permanecer sin Dios, porque al mismo tiempo es un poderoso comercio en manos de la televisión y de las marcas comerciales, en el que el público actúa como comparsa, como extra de superproducción de Hollywood, cuando Hollywood aún realizaba superproducciones. Pero esas cadenas de televisión y esas marcas saben que la supervivencia del fútbol depende de la corriente mágica que se establece entre los feligreses y los auténticos creadores capaces de ofrecer un instante mágico que será recordado y magnificado. Quizá a los traficantes no les interese la audiencia en directo, les dé igual los campos vacíos, pero este negocio necesita tanto prodigio como autoengaño y sin los Ronaldos sólo lo viviríamos como terapia, como autoengaño, como excusa para exteriorizar el estrangulador de Boston que todos llevamos dentro.

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