Las periferias desoladas del amor
POESÍA AMATORIA JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD RENACIMIENTO SEVILLA, 1999. 205 PÁGINAS. 1.800 PESETAS
Se trata, técnicamente, de una antología, hecha por el propio autor, de poemas relacionados con lo que sugiere el título, esto es, con lo amatorio, que no debe ser lo mismo que lo amoroso, pues, de serlo, el poeta lo habría expresado de esa otra manera más usual. En todo caso, más bien parece referirse a las periferias desoladas del amor: al desencuentro, al olvido, a las trampas del deseo, a la nostalgia incurable. Y a ciertas briznas de espiritualidad y de pureza, por qué no, como a veces destila de ese arrebato indefinible al que llamamos... como ustedes quieran.Pero el libro es mucho más que una simple antología. El propio Caballero Bonald ha dicho que tiene algo de nueva obra completa, y así nos parece también. Lo es desde luego por la amplitud, pero principalmente por la armonía que contiene y que desprende. Cuando se termina de leer esta hermosura, tiene uno esa sensación de cuando acaba de escuchar una familiar y siempre admirable sinfonía: que podrá el compositor escribir otras, pero ésta ya no es perfectible ni enmendable. Quiere esto decir, entre otras cosas, que no ha debido ser leve el trabajo de recomponer la entresaca que el poeta jerezano ha hecho de su frondoso mundo poético -10 libros, entre 1952 y 1997-. Pues se podía haber limitado a elegir de cada uno los poemas más apreciables, según él mismo o la opinión de los críticos. Pero ha hecho algo más, y más difícil: ha dotado al conjunto de esa nueva armonía, lo ha matizado en tonalidades diferentes, prolongando iniciales pautas hasta la sensibilidad actual del autor.
Así que nos encontramos estos poemas divididos en cinco grupos, que ni siquiera llevan título, por lo que es notorio que el poeta quiere involucrarnos en la propuesta. Evidentemente, no ha querido rehuir la cronología, pero hay como cinco acordes cromáticos. Esos registros podrían ser, sucesivamente: La génesis de lo amatorio, Los naufragios, La ironía, El sarcasmo o la desesperación, y La compasión. En cuanto a los grandes temas o abstracciones que transitan este conjunto podrían denominarse así: Reflexiones, quizás morales y filosóficas. Erotismo, sensualidad. Espiritualidad. La transgresión. Y La negación.
En ese entramado podríamos seguir otras pistas, otras claves: referencias mitológicas, múltiples y con su propio peso. O algunas palabras recurrentes, como boca, y sus aledaños, labio, voz. Por esta misma constelación empezaremos, si es imposible que el amor pueda existir fuera de las palabras, o que por algo será que una relación de esta naturaleza no suele darse por extinta mientras los afectados tengan algo que decirse, y por ominoso que sea. De ahí, probablemente, el brillo que la palabra boca tiene en este libro. Pues con la boca se emprenden toda suerte de batallas, proclamaciones y claudicaciones; se habla, se besa, se suspira y se silencia.
Si nos quisiéramos conducir más rigurosamente por aquellos cinco cauces, empezaríamos por las Reflexiones, tal vez morales o filosóficas, que contiene este libro. Casi todas en torno a las secuelas del desengaño y la tristeza: "Esa tristeza que hay detrás del amor", que el poeta descubre en uno de sus más memorables poemas, Casa junto al mar: "Los recuerdos que a veces son lo mismo que llagas, / el olvido, ese moho que corroe el rostro de la historia".
El segundo diapasón, El erotismo, la sensualidad, claro que borbotea e impregna toda la antología, pero con esa elegancia en el decir aun para los más escabrosos asuntos. Las urgencias del cuerpo como certeza aturdida del amor, las insolencias del deseo. Un deseo que, poco a poco, va revelando el rostro de su verdadero objetivo: "Interminablemente la buscaré (a la pasión), sabiendo que me busco a mí mismo". Es sin duda la parte más densa del libro. Curiosamente, la que menos explicación necesita.
No así ocurre con el ámbito tercero, La espiritualidad, que hasta se hace un poco rara, pero que apunta noblemente: "para que todo amor cumpla su órbita: vaya de lo más vil a lo más puro". Mucho más evidente es el cuarto alvéolo, La transgresión. Aquí se comprende por qué amatorio y no amoroso, levantando firme alegato contra todos aquellos que prefieren la cautela al placer (Fábula milesia). A un paso de la transgresión, y consecuentemente: la ironía, el último acento de los que hemos sugerido. Único contrapunto a la negación, que al cabo querrá devorarlo todo.
Hay en el final del libro, como en toda buena sinfonía, una suma de acordes anteriores más un arpegio de despedida: la compasión, esa extrema debilidad en la fortaleza de ser humano y que nos estremece hasta la médula: "Teresa Lavinagre, vieja puta / que ya andaba de adolescente en sus comercios / por los desmontes de Matafalúa, se hospedó andando el tiempo en esa casa / cuyos muros devora el desamparo, / antes de que el hipócrita de turno la expulsase / de la miseria libre de su reino".
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