Los García caen con épica
El Barcelona tuvo que dejarse la piel para doblegar al Valladolid y llevarse el título
Ojo con el marcador, que engaña. El equipo de ensueño del Barcelona tuvo que dejarse la piel para doblegar a un rival sin extranjeros ni miembros de la selección española. En una final épica, que sólo perdió emoción en los últimos minutos, cuando los del Valladolid ya no podían con su alma, el Barcelona se alzó con un título que no pudo llevarse el año pasado, que sólo ha conseguido en dos ocasiones durante los últimos cinco ejercicios. Ganó el Barcelona, el equipo de la década, pero ambos contendientes dieron una exhibición de la gran belleza estética del balonmano.Guijosa y O'Callaghan parecían sinceros por la mañana, cuando mostraron su temor: "El Valladolid es el equipo que mejor sabe cómo jugarnos. Van moviendo el balón y, nadie se explica cómo, te lo meten por algún lado. Son muy jóvenes, tienen a sus dos mejores jugadores, Raúl y Pisonero, en plena forma, y su entrenador sabe sacar el máximo rendimiento a un equipo teóricamente modesto".
VALLADOLID 28BARCELONA 34
Valladolid: Malumbres; Davis (5), Romero (3), Raúl (1), López, R. García (7), Pisonero (7, tres de penalti); Cortés, De Uribe, Dasilva (4), Rodríguez (1) y Martínez (portero). Barcelona: Barrufet; Guijosa (4, dos de penalti), Lozano (6), Masip (6, dos de penalti), Urdangarín (2), Ortega (3), Xepkin (2); Schwarzer (4), O'Callaghan (6), Chávar (1, de penalti), Paredes y Svensson (portero). Árbitros: Muro y Rodríguez. Excluidos: Xepkin y Lozano. Marcador cada cinco minutos: 2-1, 5-4, 8-10, 12-12, 15-16, 18-18 (descanso), 21-23, 21-24, 24-26, 27-29, 27-31 y 28-34. Pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza. 4.000 espectadores. Final de la Copa del Rey.
Todo ello se confirmó tras el pitido inicial, y todos los del Valladolid salieron como si fuera el último partido de sus vidas. El brillo del director Raúl y del pivote Pisonero -el mejor jugador de la Copa del Rey- se completó con el de los artilleros Dasilva y Romero, los extremos Davis y García, y especialmente el portero Malumbres, empeñado en competir con el genial Barrufet.
La tensión era palpable en el banquillo del Barcelona; Valero Rivera -que logró su 57º título al frente de los azulgrana, un registro incomparable- cambió de estrategia varias veces mientras la lucha se desarrollaba a un ritmo infernal, con muchas jugadas preciosas. Gracias, sobre todo, a los mortíferos contraataques del cuadro catalán, el marcador estaba igualado en el descanso.
¿Podía aguantar el Valladolid ese ritmo frente a un rival cuyos suplentes son estrellas? Todo indicaba que no: el Barça se marchó hasta el 21-25 del minuto 11, pero su ventaja era mínima (25-26) tres minutos después. Sin embargo, las leyes de la física y de la lógica se cumplieron: el equipo pucelano empezó a cometer fallos graves. Y el Barcelona exhibió dos de las virtudes que le han convertido en el mejor equipo del mundo y en uno de los mejores de la historia: aprovechó los errores con eficacia maquinal y siguió jugando a tope hasta el último minuto, cuando ya ganaba por cinco.
Ésa era su mejor muestra de respeto para los García tras una hora de balonmano bello y trepidante.
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