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Tribuna:REFLEXIÓN TRAS EL 12-M
Tribuna
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Un debate para el cambio CONCHA CABALLERO

No sé cuántas oportunidades habrá para que Izquierda Unida haga un proceso de análisis y de cambios. Quizá no sea la última, pero quedan pocas oportunidades más. Los resultados electorales han sido sumamente malos pero hay algo más importante: no son fruto de una coyuntura sino que responden a una ola de fondo que va aniquilando la propia existencia de la izquierda transformadora.Por ello, apuntar como causa principal el "ascenso de la derecha" no hace sino mirar los efectos y no las causas de este proceso, puesto que el ascenso de la derecha se ha producido justamente por la derrota previa y sistemática de toda idea de cambio y de transformación social. En todo caso, habría que preguntarse por qué frente a las ideas de la derecha no se han abierto paso alternativas y proyectos que ilusionaran a los ciudadanos. Habría que analizar por qué frente al triunfo de la derecha millones de electores, en vez de movilizarse, han tirado la toalla y se han salido del sistema político, en lo que supone la declaración más rotunda de desconfianza. Eso apunta al necesario cambio de la izquierda.

Aún más preocupante es que IU haya dejado de ser, a ojos de los ciudadanos, la fuerza distinta, alternativa, generadora de ilusión que en otros momentos fue. Hay quien opina que el pacto con el PSOE nos ha perjudicado y hay quien piensa que fueron los desacuerdos continuos anteriores, pero las dos perspectivas tiran balones fuera y olvidan interrogarse no sólo por lo que declaramos ser sino por lo que somos y por cómo somos. Quizá haya razones sencillas que no queremos ver porque simplemente nos ponen en cuestión, quizá a muchas personas no les gusta cómo somos y cómo hacemos las cosas.

El proyecto inicial de Izquierda Unida, Convocatoria por Andalucía, proclamaba un cambio en la política y en las formas de hacer política sumamente revolucionario. Catorce años después cada vez nos parecemos más al viejo modelo que decíamos había que superar. Decíamos que no había dogmas y ahora los hay, que no debíamos ser un partido político y lo somos, que la pluralidad social y cultural era una riqueza a potenciar y la hemos extinguido o convertido en la pura ritualización o reparto entre los partidos, que debía primar la voluntad de consenso y se ha extendido la exclusión, que no había jefes y dirigentes sino coordinadores y colectivos cuando cada vez hay más jefes aunque sean de tribus, que teníamos que estar inmersos en los movimientos sociales y estamos fuera y "por encima" de ellos...

Ahora cambiar supone encontrar lo mejor de nuestras elaboraciones, recoger lo mejor de nuestra propia experiencia y de cientos de movimientos nuevos que quieren cambiar la sociedad, devolver la palabra a la militancia y a todas esas personas que se mueven en torno a la necesidad de este proyecto. Cambiar supone abrir un proceso muy amplio de libertad de expresión sin presiones.

Pero para cambiar es preciso estar dispuestos a cambiarse, para renovar hay que estar dispuestos a renovarse. No es creíble un proceso dirigido por quienes no quieren cambiar las cosas, en realidad no es necesario que nadie "dirija" este proceso sino más bien que lo abra, lo coordine y lo dinamice.

Hoy, lo peor para IU-LV-CA es seguir con las mismas prácticas políticas, con los mismos métodos de decisión, y centrar la reflexión sobre la necesidad o no de acuerdos con el PSOE (con 20 diputados se podía cambiar la política andaluza, con seis es más probable que lo que se cambie sea la propia Izquierda Unida).

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Las fuerzas para el futuro hay que extraerlas de las reflexiones que ahora se realicen y, sin duda, hay lugar para la esperanza si recuperamos todo aquello que perdimos en el camino, si sabemos escuchar las nuevas demandas de cambio que la sociedad genera. Una parte importante de la sociedad andaluza tiene necesidad de una izquierda alternativa en la que reflejar sus esperanzas y proyectos.

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