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Palabra de mercado MIGUEL Á. FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ

Durante cuatro años hemos escuchado un discurso a favor de la competencia mientras los hechos iban por otro lado. Reformas cosméticas e incluso pasos atrás nos han dejando para esta legislatura prácticamente las mismas tareas de flexibilizar mercados que teníamos en 1996. Ahora el discurso continúa e incluso se propone a nuestros socios europeos que hagan lo que nosotros no hemos hecho. Hay que reconocer que en esto Blair es mas coherente pues propone a los demás lo que ellos ya han hecho. Pero hay que alegrarse de que esta retórica reformadora se mantenga, pues ahora, igual que hace cuatro años, España necesita que se hagan esas reformas. Para saber si esta vez se cumplirá la palabra es interesante averiguar si los factores que explican por qué no se hicieron reformas durante la pasada legislatura persistirán en los próximos cuatro años. Algunos factores responsables del estancamiento del proceso de liberalización durante la legislatura pasada, pueden haber desaparecido. Así, si es verdad que Convergència i Unió fue la responsable de no avanzar en reformas como las del suelo, las farmacias o el comercio, se pueden esperar avances en estos campos, dado que el gobierno ya no necesita su apoyo. Otra causa que pudo llevar a mantener o reforzar los monopolios en sectores como los de electricidad, gas o tabaco pudo ser el deseo de maximizar los recursos obtenidos con la privatización de las empresas de estos sectores para mejorar a corto plazo las cifras del déficit público. Una vez privatizadas, este factor debería dejar de jugar y ahora se podría pensar más en el interés de los consumidores. Otro factor, responsable de no introducir competencia en los carburantes e incluso de dar marcha atrás en la competencia en el transporte de viajeros, fue el intento de reducir la inflación, con lo que se protegió a estas empresas a cambio de su colaboración en moderar los precios. No es que ahora el Gobierno pueda olvidar el objetivo de inflación, pero seguramente ha aprendido que la visión miope de este intercambio de no introducir competencia a cambio de reducir el IPC, se acaba pagando a la larga con mayor inflación y no querrá repetir ese error.

Todo lo anterior alimenta el optimismo pero hay un factor, el denominado consenso, que seguramente es el que más explica por qué no se han hecho reformas liberalizadoras, y éste puede mantenerse. Si se quieren seguir tomando sólo aquellas medidas que vayan a ser aplaudidas por los afectados, las únicas reformas posibles seguirán siendo las populistas, las de reducir impuestos y aumentar gastos mientras la coyuntura lo permita. La última llamada reforma del mercado de trabajo es un buen ejemplo de que, si no se quiere disgustar, no es posible avanzar en la flexibilidad. Esta actitud de no molestar a nadie es difícil que cambie pues los ganadores piensan, no sin razón, que ha sido una de las causas del éxito electoral, y los perdedores, por miedo a marchas atrás en justicia, libertades y tolerancia, se han apresurado a elogiar esa actitud, sin importarles, como es lógico, las consecuencias en la política económica.

Buscando factores nuevos, hay uno que puede jugar positivamente en favor de las reformas. Me refiero al compromiso del presidente de que éste será su último mandato. La experiencia estadounidense enseña que los presidentes son más reformadores en los segundos mandatos porque ya no necesitan ser reelegidos. La duda es saber si se quiere pasar a la historia como un reformador -aunque ello cree problemas y otros recojan los beneficios de tus reformas- o se cae en la casi irresistible tentación de quedar como distribuidor de los beneficios de una ola de crecimiento. Como se ve, el balance es poco claro, pero cabe esperar que la inconsistencia entre lo que se aconseja y lo que se practica tenga un límite en el tiempo. Aunque no se haya hecho todavía nada de lo que se dice, no se debe despreciar la importancia de las palabras a favor de flexibilizar los mercados. Como los que defienden la igualdad entre hombre y mujer, algún día acaban teniendo que barrer la casa, hacer la cama y lavar los platos.

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