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La conjura anual

Xosé Hermida

En al menos un aspecto, el fútbol español se mantiene inalterable. Tan pronto la Liga enfila la recta final, un clamor se levanta en despachos, banquillos y vestuarios, y las secciones deportivas de los medios de comunicación se impregnan de un tono belicista. El nerviosismo en los clubes ante el incierto desenlace del campeonato desplaza la atención hacia los árbitros. Y por todas partes va cobrando fuerza la hipótesis de que hay en marcha una conspiración para destruir a éste o aquél. Lo único que cambian son los protagonistas: hace años, la conjura tenía por objetivo aupar al Madrid; ahora, es el Barcelona el beneficiario de las maquinaciones.Sólo un ingenuo patológico podría dejar de reconocer que, puestos en la balanza los errores arbitrales, los grandes ganan por goleada. Admitir eso no implica arrojar sospechas de corrupción sobre los colegiados, sino constatar que éstos miden mucho más sus decisiones con los poderosos, porque cualquier error tiene una repercusión enorme. ¿Qué clase de cháchara nacional se hubiese desatado si en lugar del Depor fuesen el Madrid o el Barça las víctimas del gol injustamente anulado a Songo'o en el último minuto contra el Numancia?

Ahora bien, resultaría igualmente ingenuo omitir que los errores arbitrales se utilizan muchas veces como cortinas de humo. El Madrid carga ahora contra los árbitros, como si éstos fuesen los culpables de su desgraciada temporada. El Deportivo tenía razones para quejarse de la actuación de Medina Cantalejo en el Camp Nou hace una semana, pero convertir al árbitro en el único responsable de la derrota gallega es cerrar los ojos al hecho de que el líder se fue de Barcelona sin haber tirado más de dos veces a gol. Y la estéril discusión sobre los árbitros logra que nadie debata sobre esas cuestiones futbolísticas.

Cuando el presidente o el entrenador del Deportivo arremeten contra los árbitros lo hacen buscando un beneficio para su equipo, pero las intenciones no siempre se corresponden con los resultados. La experiencia indica más bien lo contrario: desde los lejanos tiempos en que el pintoresco doctor Cabeza presidía el Atlético, casi todos los equipos han pagado caras sus obsesiones con los árbitros. Porque el recurso a la teoría de la conjura es siempre un síntoma de debilidad. El que comienza a ver enemigos por todas partes delata de modo inconsciente su nerviosismo, y los demás captan el mensaje de que le falta confianza en sus posibilidades.

Hasta ahora, en A Coruña se ha hecho una excelente gestión emocional del liderato. La afición, muy crítica al principio, ha cerrado filas con el equipo, y tanto Lendoiro como Irureta han mostrado una discreción y una mano izquierda poco habituales en nuestro fútbol. No lo estropeen ahora metiéndose en un avispero que sólo reportará más tensiones al equipo. Existe la sensación en el Depor de que se le trata de modo desdeñoso. Pero quien desprecie las opciones al título de un equipo que lleva 21 jornadas como líder lo único que demuestra es su necedad.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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