Reformar el FMI
Tras un penoso proceso de selección, el Fondo Monetario Internacional (FMI) dispone ya de un director gerente, el alemán Horst Köhler, hasta ahora presidente del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo. La dimisión, en febrero, de Michael Camdessus, que ocupó el cargo durante los últimos 13 años, no tuvo correspondencia en la celeridad de los grandes para consensuar un candidato europeo, como exige la tradición. Las lógicas pretensiones alemanas de situar a uno de los suyos en una posición casi monopolizada por franceses tampoco se correspondió con el acierto en la selección del candidato inicial. Si alguna lección puede deducirse de este proceso es que han de cambiarse sus reglas.En sus decisiones básicas, el Fondo mantiene las líneas que presidieron su fundación y los largos años de la guerra fría, como agencia de uno de los bloques. De los más de 180 países que hoy lo integran, muchos participan en el proceso de globalización financiera y, en ocasiones, sufren sus consecuencias en mayor medida que los industrializados. Reclaman por ello el derecho a influir en la orientación del FMI y, desde luego, en sus decisiones para prevenir y gestionar las crisis. Importante es también la falta de coordinación de los europeos, inmersos en una dinámica de integración económica cada vez más explícita, pero manteniendo reflejos políticos del nacionalismo más rampante.
La tarea prioritaria que espera a Köhler es la legitimación misma de la existencia del FMI, cuestionada tanto por el Congreso estadounidense como por numerosas instituciones y operadores financieros. En ese empeño de legitimar la utilidad de la institución en una realidad bien distinta a la del último medio siglo, Europa debe contrapesar las pretensiones abolicionistas del otro lado del Atlántico. La reforma en profundidad del Fondo, atendiendo a la estabilidad financiera global y a su mayor coordinación con otras instituciones, debería presentarse como la prioridad inequívoca de su nuevo director.
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