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Carta abierta con posdata JOAQUÍN ALMUNIA

Perder unas elecciones no significa que las ideas del partido perdedor sean obsoletas y no merezcan ser defendidas

El autor da las gracias a sus votantes y les explica su dimisión.Además, pide a los abstencionistas que no se resignen en el futuro.

Queridos/as votantes:Me dirijo a todos ustedes a título personal, una vez dimitido como secretario general y de haber rendido cuentas ante mi partido. Lo hago, en primer lugar, para agradecerles de corazón la confianza que demostraron hacia mí el día 12. Tengo una enorme satisfacción al saber que tantos millones de ciudadanos me quisieran encargar algo tan importante como el Gobierno de España. Aunque ni ustedes ni yo hayamos podido celebrar el triunfo, la gratitud y la satisfacción que siento ahora no las olvidaré nunca. Algunos de ustedes me han conmovido estos días al trasladarme su tristeza al conocer los resultados. Yo también la tuve. Pero la amargura de la derrota no quita ni un gramo de valor al enorme significado y al valor de los votos recibidos. Han sido menos que los del PP, es verdad; esperábamos obtener muchos más. Pero casi ocho millones de votos son algo muy importante. No son suficientes para ganar, pero representan para mí un compromiso tan importante como el que hubiese supuesto gobernar con su respaldo.

Ustedes sabían, como yo, que afrontábamos las elecciones en unas condiciones más difíciles de las que hubiéramos deseado. Aznar llevaba poco tiempo en La Moncloa, el momento económico le era muy favorable, había utilizado los resortes del poder sin muchos escrúpulos. Pero, además, desde la oposición, nosotros no hicimos las cosas de la mejor manera posible. Más bien al contrario. Los cambios de liderazgo, las peleas internas, la falta de claridad de nuestras posiciones sobre algunos temas de vital importancia, como el autonómico o el fiscal, hicieron que tirásemos algunas piedras sobre nuestro propio tejado. Ustedes lo sabían, pero también valoraron otros elementos más positivos. Por eso, la confianza que cada uno de ustedes me demostró el día 12 es para mí motivo de especial reconocimiento.

He pensado mucho, antes y después de las elecciones, en todos ustedes. Lo hice especialmente en la noche electoral, cuando hice pública mi dimisión. No todos la han entendido, e incluso algunos de ustedes me la han reprochado. Pero no fue una decisión improvisada. De antemano sabía que si el resultado era una derrota clara lo que debía hacer era asumir en primera persona del singular la responsabilidad política de ese fracaso. Quiero explicarles por qué he actuado así.

Pensé que, desde la oposición, tenemos que hacer muchas cosas a partir de ahora. La principal, seguir luchando para hacer realidad las ilusiones y los proyectos que cada uno de ustedes depositaron con su voto. Porque perder unas elecciones no significa que las ideas del partido perdedor sean obsoletas y no merezcan ser defendidas. Después del día 12 siguen siendo plenamente válidas para todos ustedes, igual que para mí y para todos los socialistas. Después del día 12 seguimos pensando que la modernidad no es sinónimo de insolidaridad. Que cuando el poder económico se concentra en pocas manos son mayoría los que salen perjudicados. Que la igualdad básica entre las personas no la garantiza el mercado. Que la política es el mejor instrumento para hacer realidad los valores que definen el mundo que queremos legar a nuestros hijos. Que esos valores saltan con facilidad la barrera que separa al siglo XXI del anterior, aunque la forma de irlos llevando a la práctica está cambiando al mismo ritmo acelerado con que lo hacen la sociedad de nuestro tiempo y las actitudes de los ciudadanos que habitan en ella.

No cabe la resignación ni el pesimismo. Hay mucho trabajo por delante. Y hay que realizarlo mejor que hasta ahora. Nos jugamos mucho en este empeño. Hay que decidir qué hacer, cómo llevarlo a cabo y quiénes deben liderar ese trabajo en el PSOE. Hay que actuar pronto, aunque sin improvisaciones; mirando al futuro con imaginación y ambición, pero también con solvencia y realismo. Debemos contar con mucha gente experimentada, pero desde luego hay que incorporar a quienes por edad u otras causas no han podido hasta ahora ser actores de la vida política. Y la responsabilidad de impulsar todo ello es mejor que no sea dirigida en primera persona por quien acaba de fallar en el intento. No me voy, sigo en la brecha dentro y fuera del Parlamento, pero mi obligación es ceder el paso a otros y ocupar un lugar secundario a partir de ahora. Estoy convencido de que ésa es la manera mejor de responder a la confianza que me dieron todos ustedes. Por eso he dimitido.

Gracias de nuevo por su respaldo y por su atención al leer estas líneas. Hasta siempre, quedo a su disposición.

Posdata para los abstencionistas. Lamento, ante todo, no haberles podido convencer para que fuesen a votar. Supongo que me toca una parte de responsabilidad en su decisión por no encontrar a tiempo un argumento concluyente para acercarles a las urnas. Lo siento. Pero me van a permitir que quiera prolongar el diálogo con ustedes formulándoles algunas preguntas que yo mismo me hago. ¿Pensaban que el PP podía llegar a la mayoría absoluta? ¿Les debí advertir de que esa hipótesis no era descartable? ¿Pensaban abstenerse antes de iniciarse la campaña? ¿O quizás lo que les retrajo fue el exceso de dosis críticas que algunos de ustedes achacan a nuestra propaganda electoral? ¿Los debates que pedí infructuosamente les hubiesen movilizado caso de celebrarse? ¿Se abstuvieron porque no les gustó el acuerdo con IU o porque les pareció demasiado tímido?

Incluso ahora, a toro pasado, me interesa mucho conocer su opinión. Siempre me he rebelado ante la falta de participación electoral, porque debilita la eficacia de la política. Y me preocupa de manera especial cuando atañe a personas con las que comparto ideales, objetivos, valores, sentimientos. O cuando afecta a los jóvenes. He pensado mucho en estos últimos días sobre cómo llenar la distancia entre aquellos de ustedes que se consideran progresistas y el proyecto político del PSOE. Por supuesto, acabando con nuestra batalla interna. Mirando al futuro. Interpretando bien el presente. Asumiendo críticamente el pasado. Abriendo cauces para el diálogo entre políticos y sociedad civil. Reconciliando a la izquierda con la modernización. Estableciendo a partir de ahí los perfiles diferenciales entre izquierda y derecha, progresismo y conservadurismo, sin recurrir a viejos clichés. ¿Qué más echan ustedes en falta? ¿Cómo podemos dialogar entre nosotros? Hablen, por favor. No prolonguen su silencio en las urnas durante los cuatro años próximos.

Para acabar, les digo lo mismo que a mis votantes: no se resignen. Piensen que sus ilusiones están al alcance de nuestras manos, sobre todo si las suyas colaboran en la tarea. Merece la pena intentarlo. Desde mi nueva posición, espero que los argumentos de mi partido les resulten más convincentes que los que les dirigí antes de las elecciones. Gracias por su atención.

Joaquín Almunia ha sido el candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno en las últimas elecciones.

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