Un pecado
Quiero confesar un pecado: he publicado un anuncio buscando un empleo y he declarado que soy cubana; es decir, nacida en la isla de Cuba, donde viví hasta los 28 años. Debo decir también que soy periodista, profesión que amo y a la que he renunciado por el momento ante la imposibilidad de ejercerla en esta geografía peninsular. El anuncio en cuestión era una prueba irrefutable de mi invalidez económica y de mi disposición a ejercer de doméstica, de canguro o de cuidadora de ancianos.Desde esta mañana, mi móvil no ha parado de sonar. Para no faltar a la verdad, a pesar de hablar dos idiomas y de dominar varios programas informáticos, nunca había obtenido semejante éxito en demandas laborales. Sin embargo, los que llamaban, porque hasta hoy todos son "los", no han reparado demasiado en esas cualidades, sino en mi condición de cubana, un atributo que ostento, para bien o para mal, desde que nací, y que no suelo destacar en mi currículum, sino como un mero dato.
En el momento de publicar el anuncio me cuidé mucho de hacerlo en el sitio correcto, con el fin de evitar malentendidos, y me he asegurado de que mi anuncio no se publicó en las ofertas de relax. Sin embargo, por alguna misteriosa asociación con mi ciudadanía, todos los que han demandado mis servicios tienen al menos una o dos disfunciones sexuales.
A través de mi teléfono he escuchado las proposiciones más insólitas y vergonzosas, hechas con la naturalidad de quien espera complicidad y agradecimiento o de quien sospecha que alguien que se ofrece para trabajar con cierta urgencia es capaz de hacer cualquier cosa.
Cuando le escribo no olvido que cada día llegan a La Habana aviones procedentes de España donde viajan mayoritariamente hombres solos y que por algo será. Pero quiero, desde su periódico, reivindicar que las cubanas, las más, somos tan normales como cualquiera, trabajamos y vivimos a ritmo normal; o sea, que no somos especialmente ardientes, ni excesivamente lujuriosas, ni nuestra sexualidad está condicionada por haber nacido en el Caribe. Y, sobre todo, recordar que ser cubana no es sinónimo de ser prostituta.- .
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