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VIAJE A TIERRA SANTA

Bienvenida a un hombre de paz

Texto del mensaje del príncipe Hasan bin Talal de Jordania al Papa al inicio de su llegada a Tierra Santa:Es un verdadero privilegio darle la bienvenida a Su Santidad en Jordania, treinta y seis años después de la visita de su predecesor a nuestro país, sus lugares bíblicos y santuarios. Su presencia aquí es una confirmación de que lleva la antorcha a la región que ha sido testigo del nacimiento de la cristiandad y cuyos ancestros tienen sus raíces en la Iglesia del Primer Pentecostés. Es en estas colinas, valles y aguas donde Jesús empezó su ministerio, y es en esta tierra donde el mundo cristiano a menudo busca su iluminación espiritual.

Su Santidad, el placer que tenemos al darle la bienvenida en el primer paso de su peregrinaje espiritual, que le llevará también a Palestina e Israel, está fundamentado en al menos cuatro de los mensajes centrados en Dios que encarna su ministerio. Para empezar, le damos la bienvenida como a un hombre de paz. De verdad, a lo largo de su pontificado ha promocionado la paz en todo el mundo. Sea en el Oriente Medio, o en cualquier otro lugar de nuestra aldea global, cada vez más pequeña, Su Santidad ha perseguido su búsqueda visionaria de paz con la verdadera oración e incesante determinación.

Con paz, Su Santidad ha subrayado la necesidad de unidad dentro de la Iglesia de Cristo. En sus viajes al extranjero -a Europa, Estados Unidos, África, Suramérica, o el Oriente Medio o el Lejano Oriente- los mensajes ecuménicos y de solidaridad han sido sus inamovibles guías. Su Santidad ha combinado estos dos mensajes para traducir las palabras de la carta de San Pablo a los Efesios: "Haced lo mejor que podáis para mantener la unidad que el Espíritu os otorga, preservando la paz que os mantiene juntos". (Eph, 4,3).

Su Santidad, también aplaudimos hoy su solidaridad conmovedora, basada en la fe, con los pobres de nuestro mundo. Sea en su Polonia natal o en cualquier otro lugar, Su Santidad ha demostrado, con palabras y con hechos, que está con los marginados e indefensos, los refugiados y los pobres. Ellos también son los hijos de Dios y, desde luego, siguen mereciendo el Reino de los cielos.

Pero a lo largo de los años, su ministerio ha insistido sin cansancio en que el diálogo entre las religiones debería coexistir con la unidad entre cristianos. En esta parte del mundo, donde cristianismo, islam y judaísmo son partes integrales de la sociedad, esta necesidad no es un simple artículo, sino una realidad viviente y que da testimonio. En su peregrinación a Santiago de Compostela, Su Santidad ha expresado el espíritu de los años después del Concilio y pidió a los cristianos que reconstruyan su unidad espiritual en un ambiente de respeto total hacia otras religiones. Los que vivimos en Jordania -tanto los musulmanes como los cristianos- unimos nuestra manos con Su Santidad en esta ineludible tarea, al tiempo que somos conscientes de las fuerzas espirituales que ciñen el respeto mutuo, la paz y el entendimiento. Compartimos su creencia en que el futuro de la humanidad está vinculado, tanto con los esfuerzos conciliadores del movimiento ecuménico como con los del diálogo entre las religiones. A este respecto, fue extremadamente considerado Su Santidad al pedir perdón en nombre de la Santa Sede por las cruzadas y la Inquisición. Este significativo paso ciertamente ayuda a erradicar cicatrices de las heridas pasadas y, a la vez, contribuirá a la promoción de una cultura de paz, basada en parte en el coraje para aprovechar las lecciones del pasado para construir un futuro más pacífico. Hoy, en la cúspide del nuevo milenio, los conceptos estrechos que implican el autoaislamiento de las religiones insulares o naciones-estados sólo pueden conducir al chovinismo, patriotismo desmesurado y, posiblemente, incluso a la guerra.

Su Santidad, el islam comparte con otras religiones la creencia de que la revelación final y verdadera llegará al final de los tiempos. Una expresión elocuente de esta creencia se encuentra en el tema que repite el Nuevo Testamento de que el conocimiento que tenemos de Dios es limitado. Como escribe San Pablo en su primera carta a los Corintios, lo que "vemos ahora es como un reflejo difuso en el espejo... Lo que sabemos es sólo una parte; después nuestro conocimiento será completo, tan completo como el conocimiento que tiene Dios de mí". (1 Cor, 13,12). Su Santidad ha subrayado esta creencia en su encíclica Fides et ratio, donde apuntó que la plenitud de la fe aparecerá con la revelación final de Dios. Los musulmanes y cristianos, igual que caminamos juntos a través de una "nube de lo desconocido", suscribimos la declaración del Concilio Vaticano II que dice que la Iglesia católica "no rechaza nada que sea verdadero y sagrado en las grandes religiones del mundo".

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Como musulmán jordano, y como alguien cuyo Santo Corán promueve la tolerancia y convivencia, otra vez le doy la bienvenida a nuestro país. Para mí, su ministerio encuentra el estímulo y cumplimiento en el Sermón de la Montaña en los evangelios de Mateo y Lucas (Mt, 5, 1-12, y Lc, 6, 20-23). Y es con esta expresión bíblica de la fe verdadera, con humildad, que Jordania estrecha a Su Santidad en sus brazos y le saluda Al Salaamou Aleika wa Rahmatou Allah wa Barakaro.

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