EL DEFENSOR DEL LECTOR Independencia y neutralidad CAMILO VALDECANTOS
Concluyó el domingo pasado el proceso electoral. Vueltas las cosas a su cauce habitual, el Defensor siente la obligación de informar a los lectores sobre las incidencias de ese singular proceso, en su ámbito de actuación.Durante la precampaña recibió dos quejas: una de Michel Ricardo Angstadt, por la fotografía publicada el sábado día 26 con el título El Gobierno se divierte, en la que aparecían varios miembros del Gabinete sonrientes y posando con ocasión de la incorporación del nuevo titular del Ministerio de Trabajo, Juan Carlos Aparicio. Una segunda queja, de Ignacio Sempere, desde Valencia, por un texto que firmaba Xavier Vidal-Folch, el domingo día 28, titulado Los amigos de Aznar. En ambos casos, el Defensor no apreció que se vulnerase ninguna norma ética general ni concreta del Libro de estilo, aunque el último, por su extensión y por su estilo, se presta, lógicamente, a la discrepancia.
Respecto a la campaña propiamente dicha, ha habido dos quejas.
Santiago Ciruelos, desde Alemania, protestó porque al dar cuenta del incidente entre el ministro de Fomento, Rafael Arias-Salgado, y el alcalde de Vélez-Málaga, el periódico tituló Arias-Salgado se encara con un alcalde malagueño en la apertura de una autovía. El lector aducía que al leer la noticia se comprobaba todo lo contrario: fue el alcalde quien se encaró con el ministro por su retraso al acudir al acto. Y al lector le asiste toda la razón.
Ejemplo de un titular que confunde innecesariamente, ya que el texto dejaba claro el desarrollo de los acontecimientos.
Hubo también una misiva insultante, pese a lo cual el Defensor contestó con la pretensión de ofrecer algún argumento y algún testimonio. El mismo comunicante ha insistido con otras dos de contenido injurioso, por lo que el Defensor se siente relevado de cualquier obligación de respuesta.
Y, por fin, una carta remitida desde Madrid por Bonifacio Borobia. En su opinión, durante la campaña y la precampaña, el periódico "se ha situado descaradamente en contra del PP y a favor de la coalicion de izquierdas", lo que le ha llevado a pensar "que estorbaba la palabra independiente en la cabecera" del periódico.
Éste es, cerrado a fecha de ayer, el resultado de quejas que el Defensor ha anotado en su dietario por lo que respecta a la campaña electoral, junto con otra telefónica, de la que luego se hablará.
Pero la opinión de los lectores tiene, afortunadamente, otros cauces de expresión, y de manera muy destacada, las cartas al director. El martes publicó el periódico unas cuantas, todas con reproches hacia textos concretos. Ayer, sábado, se incluyeron otras tantas.
Ignorarlas aquí sería fragmentar maliciosamente la tarea del Defensor. Son públicas y debe tenerlas muy en cuenta como reflejo auténtico de la opinión de lectores.
Bonifacio Borobia argumentaba así: "Es verdad que Aznar no ha querido hacer declaraciones en EL PAÍS, en la SER... y que el mundo mediático progubernamental viene atacando obsesivamente a PRISA y a EL PAÍS. Pero esto no justifica que éste pague con la misma moneda. La proclamada independencia debe situarse claramente por encima de las manías y obsesiones de los contrarios".
Nada que objetar, como principio, a este razonamiento.
No es competencia del Defensor un juicio universal sobre la tendencia o el sesgo que el periódico haya podido ofrecer durante la campaña y que, sin duda, ha sido percibido de forma muy diversa por distintos lectores.
En cualquier caso, conviene dejar claro que, aun suponiendo, como hipótesis, que el periódico haya mostrado una orientación concreta, eso no empaña un ápice su independencia.
Estaríamos ante decisiones tomadas libérrimamente por la dirección del periódico, que cada lector juzgará como crea conveniente.
Los grandes periódicos estadounidenses y algunos europeos, en el Reino Unido o Francia, concretamente, toman partido y piden el voto para una opción política concreta, y nadie puede argumentar por ello que The Washington Post o The New York Times hayan perdido un ápice de su autonomía. Independencia y neutralidad son conceptos distintos que no necesitan mayor explicación.
El Defensor, en cambio, se siente plenamente identificado con las protestas que se han publicado como cartas al director.
La columna de Enrique Gil Calvo acusando a los posibles votantes del PP de "carecer de escrúpulos" o de "asnos" es, sencillamente, un insulto intolerable, sin necesidad de recurrir a ningún Libro de estilo. También es cierto que pidió disculpas en carta publicada por el periódico.
Tampoco se necesita ningún manual para deplorar que Maruja Torres, el lunes día 13, comparase las banderas blancas de los entusiastas seguidores del PP con los capirotes del Ku-Klux-Klan, o que el reportaje sobre la noche electoral en la sede del PP fuese una acumulación asfixiante de tópicos negativos.
Con toda seguridad ha habido excesos en las columnas firmadas por redactores o colaboradores habituales del periódico. Y no hay que ocultar que todos apuntan en la misma dirección, lo que explica que algunos lectores tengan argumentos muy atendibles para mostrar su desacuerdo.
Son desmesuras que empañan el contenido total del periódico, sobre todo porque la singularidad de las páginas electorales incluye una sobreabundancia de columnas opinativas y de reportajes, dos géneros con alto riesgo de desbordamiento.
También en campaña electoral, el Defensor recibio la llamada de un lector que aseguraba hablar desde Bilbao y que protestó por una viñeta de Romeu publicada el día 3. Uno de sus habituales personajes preguntaba: "¿Qué memorias serán más estremecedoras, las de Hitler o las de Eichmann?". Su oponente respondía: "Las de Arzalluz".
Es cierto que el chiste, en muchas ocasiones, es caricatura de la realidad y, por tanto, exceso. ¿Dónde está el límite? No hay manual que conteste esa pregunta. Pero basta el buen sentido para afirmar que comparar al presidente de un partido democrático con dos epígonos del crimen contra la humanidad es una desmesura que sobrepasa los amplísimos márgenes de tolerancia que el periódico concede a sus colaboradores.
Antonio Machado aseguró que se paraba a distinguir "las voces de los ecos". Un periódico tiene obligación estricta de hacerlo si no quiere alejarse de la realidad que debe transmitir a sus lectores. En democracia, la voz más clara son los votos. Todos los votos.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 91 337 78 36.
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