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Ana Noguera ha dimitido JAVIER PANIAGUA

Lo dijo Marx, Groucho, es mejor permanecer callado y parecer tonto que hablar y despejar definitivamente la incógnita. Algo parecido le está pasando a algunos de los personajes que llevan a cuestas y con gran sufrimiento la representación institucional en nuestros Ayuntamientos, Diputaciones y Cortes valencianas. Después de los resultados electorales han optado por el silencio, reflexionar sobre su pasado y presente y llegar a la conclusión que lo mejor para el PSPV-PSOE es retirarse a meditar y estudiar para comprender las causas de la pérdida electoral del 12-M y actuar en consecuencia.Lo primero que han hecho es recordar la historia de estos últimos veinte años. A partir de 1979 los socialistas eran una fuerza en ascenso que ganaban elección tras elección, por ejemplo en el Ayuntamiento de Valencia, y diseñaban una ciudad que deseaba dejar atrás su provincianismo ruralista y embarcarse en eso que los pedantes llaman modernidad. Pensaban construir una urbe habitable que aún no tenía alcantarillado adecuado. En parte lo consiguieron: el antiguo cauce del río como espacio verde, el Palacio de la Música, el IVAM, la Beneficencia, la Misericordia, el by-pass, el saneamiento de barrios que nacieron al calor de la especulación urbanística, abandonados a su suerte, la rehabilitación de edificios, mejores redes viarías y algunas cosas más. Se estableció un PGOU como modelo de cómo deberíamos vivir en el futuro, ¡ah! e incluso se tuvo la iniciativa, estrafalaria para algunos, de construir un carril bici para que los ciudadanos pudieran utilizar la bicicleta como medio de transporte en una ciudad plana, con escasas cuestas, y con buenas temperaturas la mayor parte del año.

Ricard Pérez Casado primero y posteriormente Clementina Ródenas fueron ganando elección tras elección y poniendo en marcha, con sus aciertos y errores, sus pensamientos. Los ciudadanos les dieron su respaldo porque veían que muchas de las cosas que decían se cumplían con escrupulosidad y honradez. En 1991 el pacto entre el PP y UV dejó a los socialistas sin gobierno en Valencia a pesar de los 50.000 votos que le sacó Clementina Ródenas a Rita Barberá. Bueno, los pactos son democráticos y estaban dentro de la lógica de los sectores conservadores, y Lizondo se quedó sin alcaldía porque Rita Barberá obtuvo más votos. A partir de entonces vino el declive por causas y variables diversas que darían lugar a varias tesis doctorales y que no puedo ahora reseñar en este espacio. Los representantes políticos municipales intentaron diseñar una estrategia que pudiera provocar la recuperación de la ciudad para el proyecto progresista del PSPV-PSOE. Incluso los representantes de entonces daban conferencias de prensa cada semana vapuleando al gobierno de derechas. A pesar de las disidencias que se producen en los partidos cuando se pierde, el votante progresista o el militante socialista tenía, al menos, una voz que le reafirmara en sus presupuestos sobre cómo habría de ser Valencia como proyecto de convivencia urbanística

Pero, hete aquí que con la renovación apareció una nueva clase política que iba a transformar los fracasos en éxitos. Primero se deshicieron de un hombre riguroso, Aurelio Martínez, después consideraron que Carmen Alborch no tenía el suficiente arraigo en el socialismo mundial para encabezar una lista y, como los caciques de la Restauración consiguieron que unos mil militantes, afectos a ese gran estratega de la política que es Ábalos, bien conocido por su dilatada y continuada acción de crítica al PP en los medios de comunicación, dieran su apoyo en unas primarias a Ana Noguera, que tanto había contribuido al pensamiento y la acción de la corriente Izquierda Socialista. Fue todo un éxito, al parecer, porque se aumentó tres concejales y parecía que estábamos en el camino de la recuperación, aunque demógrafos y politólogos constataron la pérdida de votos en la mayoría de los distritos, incluso en aquellos que tradicionalmente votaban socialismo. Rita Barberá consiguió una mayoría aplastante que le permitía gobernar sin el apoyo de nadie. El partido socialista, inmerso en la renovación, analizó en el comité municipal que aunque los resultados no habían sido buenos se estaba en el camino del triunfo final, sin precisar fecha ni hora. En general la gente responsable calló y esperó a esos tiempos porque había otros procesos electorales por venir y no convenía desestabilizar a una ejecutiva de la ciudad que había propiciado siempre el consenso y la integración, aunque su voz era tan apagada que tuvieron que venir los profesores para sordomudos para, a través de sus signos, comprender lo que los socialistas querían.

Ahora, todos los procesos electorales cumplidos, Ana Noguera, de Izquierda Socialista, reclama una gran catarsis en el partido y que todo el mundo dimita porque la diferencia con el PP ha sido espectacular aunque bien es verdad que no se han alcanzado los veinticinco puntos que hubo entre ella y Rita Barberá. Pero como la reflexión nos lleva a la acción, como ya dijo ese gran pensador que era Voltaire y como el protestantismo introdujo el concepto de que los elegidos tienen pruebas terrenales de éxito que les dará el pase al más allá con la seguridad de conseguir el cielo, Ana Noguera, siendo consecuente con sus ideas, ha decidido dimitir después de meditarlo serenamente y dejar paso a una profunda renovación para lograr superar en votos a los gobiernos conservadores de ese gran Ayuntamiento que es Valencia. Gracias Ana por tu coherencia, los militantes, simpatizantes y votantes nunca te agradeceremos bastante haber señalado el camino con tu ejemplo.

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