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Nueva etapa para la política

Los resultados electorales del pasado domingo, han sonado como un aldabonazo para muchos ciudadanos de la Comunidad Valenciana y de España. Aparte de la sorpresa que han representado para las encuestas e incluso para sus propios beneficiados, lo que no cabe duda es que han sido la expresión democrática de nuestros ciudadanos. Por mucho que pensemos que en los mismos han tenido mucho que ver los procedimientos utilizados para formar la voluntad de la opinión pública, no podemos dejar de asumir que este ha sido un triunfo del PP sobre el que difícilmente se pueden poner muchos peros. Hacerlo así abriría una discusión que posiblemente no beneficie en mucho a la democracia y hacerlo como lo ha hecho el responsable electoral del PSPV-PSOE, aludiendo a que se han obtenido unos buenos resultados por parte de los socialistas, no deja de ser patético.La actitud del secretario general del PSOE, ha sido coherente con esta valoración, asumiendo como propia la derrota y abriendo una nueva etapa en la organización de los socialistas españoles y, lógicamente valencianos. No obstante, con independencia de la responsable actitud de Joaquín Almunia, dos son a mi parecer las razones de estos resultados, y sobre ellas se debería de analizar la situación para no caer en los mismos errores. Si simplificáramos todo en la dimisión del secretario general, seríamos incapaces de ver las cuestiones fundamentales de esta nueva situación, que no se explican ni resuelven con esta decisión.

La primera cuestión tiene que ver con la dificultad objetiva de que el PP perdiera las elecciones del pasado 12 de marzo. Todos los análisis generales (los que nos enseñan que las elecciones las pierden los que detentan el poder, no las ganan los que están en la oposición), sobre la relación entre coyuntura económica y resultados electorales, predecían una victoria del PP. Si a esto le unimos una campaña electoral de diseño, seguida y ejecutada con aplicación cuasi militar, reaccionando a cualquier fisura que se pudiera plantear como novedosa (recordemos el caso de las pensiones que, si bien daba la sensación de subastar las ofertas a las personas mayores supuso una reacción rápida y un compromiso que veremos como lo resuelve y lo cumple el próximo gobierno), observaremos que era muy difícil que el resultado fuera negativo para el PP.

Frente a esta situación, los ciudadanos se han encontrado con una oferta lo suficientemente confusa como para no distinguir exactamente lo que se estaba dando como alternativa. Se ofrecía unión entre el PSOE e IU y, al mismo tiempo dos listas separadas. Se mostraban puntos de acuerdo y simultáneamente se evidenciaban las discrepancias. El mensaje había que explicarlo dentro de una gran cantidad de excepciones (la mayor, Andalucía, pero también en ciudades como Elche se hacía difícil de explicar cuando existía un enfrentamiento por motivos municipales).

Los medios de comunicación no permiten tanto lujo de detalles. Además, por lo que se ha explicado posteriormente, no la entendieron ni los que la propiciaron. En la Comunidad Valenciana, a esta situación general se le ha unido el desengaño y la desorientación del resultado del último congreso extraordinario de septiembre pasado. A pesar de que durante la campaña los militantes han tratado de cerrar filas ante las candidaturas, como resaltaba el presidente de la gestora, no cabe duda de que ha faltado la ilusión y la participación que existía en otras campañas electorales, trasladándose las discrepancias a una actitud pasiva ante el atropello que se había cometido tras el fallido congreso. A eso se le ha añadido la falta de respuesta desde un ámbito valenciano a la fuerte campaña que ha llevado el PP desde la Generalitat Valenciana.

Afortunadamente, en política, ni las alegrías ni las decepciones son eternas. La actual situación, con la pérdida de un diputado por Alicante y la caída en votos y en porcentajes de apoyo en las tres provincias, no es irreversible. Pero lo que sí se hace imprescindible es el cambio de los análisis de la realidad y de las formas y talantes para salir de esta situación.

Fracasado el intento del secretario de Organización de hegemonizar el PSPV desde fuera (ni se entendió lo que pretendía con su actitud contra el congreso de septiembre, ni se entiende ahora vistos los resultados con la dimisión del secretario general incluida), queda de nuevo la tarea de buscar una salida estable del principal partido de la oposición en la Comunidad Valenciana.

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Esta tarea es difícil. Máxime ahora cuando se han cortado muchas relaciones y confianzas que forman las reglas no escritas de cualquier organización. Pero las respuestas siguen siendo las mismas que se plantearon entonces: Elección de un liderazgo sólido y prudente; confianza y articulación de una organización que tenga en cuenta el fuerte potencial de los militantes y representantes en las diferentes instituciones, sin sectarismos por la pertenencia a uno u otro sector y aplicación de un diseño de oposición constante y coherente para los próximos años a partir de un análisis de la realidad más apropiado y menos sectario.

Buena falta hace que, después de la pasión política, quien tenga la posibilidad de tomar decisiones las tome desde la racionalidad. No sólo será bueno para los ciudadanos de izquierdas de este país. También será bueno para el funcionamiento de la democracia.

Martín Sevilla es catedrático de Política Económica de la Universidad de Alicante.

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