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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ensanchar la mayoría social

La mayoría absoluta no será obstáculo para gobernar "desde el diálogo", según el compromiso que ayer transmitió Aznar. Una primera consecuencia será su intento de seguir contando con el apoyo de las dos formaciones nacionalistas que le han acompañado hasta el final de la legislatura, CiU y Coalición Canaria, aunque ya no necesite sus votos. Aznar cuenta con la experiencia de los socialistas para no repetir los errores de éstos en el abuso de la mayoría absoluta. La otra idea expuesta ayer por los dirigentes del PP fue que los resultados han desautorizado a quienes quieren hacer política "mirando al pasado". Se refería a los socialistas, pero también vale para su partido.El jefe de campaña del PP, Mariano Rajoy, reconoció ayer mismo que en ningún momento se habían planteado como hipótesis realista la de alcanzar la mayoría absoluta. Ello significa que su programa y planteamiento general estaba adaptado a la necesidad de pactar su aplicación al menos con otro grupo político. Puede ser positivo. El PP tiene toda la legitimidad que le otorga su mayoría absoluta, pero tampoco puede olvidar que el 56% de los votantes eligió papeletas de otros partidos. Fuera del Reino Unido, donde rige el sistema mayoritario, en Europa es bastante insólito que con el 44% de los votos se consiga la mayoría absoluta en el Parlamento (como ocurrió antes con el PSOE). Es positivo que el PP intente ensanchar su base social de apoyo, que con CiU y CC rozaría el 50%. Aunque no los necesite aritméticamente, contar con esos apoyos favorecerá a los sectores del PP partidarios de gobernar de manera más centrada.

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En contra está el argumento de que la mayoría de los ciudadanos no quiere pactos con los nacionalistas. Las encuestas encuentran desde hace años un rechazo claro a esta combinación de gobierno por las hipotecas que ha solido crear. Es incluso posible que exista algún tipo de relación entre el rechazo a la fórmula aplicada desde 1993 y la mayoría absoluta que han dado los electores al PP. Pero la relación con los nacionalistas puede ahora plantearse en otros términos. Especialmente con CiU, que no tendría ya la capacidad de derribar Gobiernos, como hiciera con el último de González, a finales de 1995. Al PP le interesaría comprometer a Pujol en una política nacionalista moderada: que no amenace más con la Declaración de Barcelona. El nacionalismo que representa CiU tiene un componente claro de intervención en la política española (en la tradición de Cambó) que interesa potenciar más que desanimar.

Los resultados permiten al PP desplegar políticas hacia los nacionalistas que antes no estaban a su alcance. Se ha dicho mil veces que el PP no podría gobernar eficazmente mientras fuese una fuerza marginal en Cataluña y el País Vasco. En ambos territorios es ahora una fuerza sólidamente implantada: con el 22% de los votos en Cataluña y el 28% en Euskadi. Esa presencia en las comunidades gobernadas por partidos nacionalistas le permite acuerdos en el ámbito de la política española más equilibrados que los que ha habido desde 1993.

Aparte de los pactos está la forma de gobernar. Ya en la noche electoral, Aznar se comprometió a hacerlo "para todos los españoles". Ayer habló de un Gobierno "centrista, reformista y dialogante". Por su parte, el secretario general, Javier Arenas, argumentó que los resultados electorales han acabado con muchos "tópicos" y demostrado que a los ciudadanos "les interesa el futuro, las propuestas, y no las referencias al pasado". Se refería a elementos de la campaña del PSOE.

Los socialistas cometieron sus mayores errores cuando tenían mayoría absoluta -y un amplio crédito en los medios-, aunque en muchos casos sólo se conocieron cuando la perdió. El PP cuenta con esa experiencia para evitar los mismos errores. El primero sería autoconvencerse de que la mayoría lograda en las urnas borra abusos cometidos para alcanzarla. No es un invento que, pese a su exigua mayoría en la pasada legislatura, utilizaron el poder de manera sectaria en asuntos tan importantes como las privatizaciones, las relaciones con las comunidades autónomas no gobernadas por ellos o la intervención en el campo de los medios de comunicación, públicos y privados.

Porque aunque tenga razón Rajoy al criticar la obsesión de sus adversarios por mirar al pasado, con invocaciones a la guerra civil y a la "derechona", no es menos cierto que el PP ha tratado durante estos años de silenciar a la oposición con apelaciones a su pasado -tú más- en el Gobierno. Es un buen momento para mirar al futuro. Por parte de todos.

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