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IU obtiene el peor resultado de su historia

Izquierda Unida no ha sido capaz de ralentizar la caída en picado que inició en 1996. Con una sangría de siete escaños (de 13 a 6), la federación se ha colocado en un nivel inferior incluso al de 1982, cuando obtuvo ocho diputados y algo más del 8% de los sufragios, el peor resultado hasta ayer de su historia en el Parlamento andaluz. Antonio Romero, el candidato y coordinador regional, se lo había jugado todo a la carta de la alianza con los socialistas en Madrid y la eventualidad de repetirla en Andalucía. A ella confió la capacidad de movilizar a su electorado y recuperar a los abstencionistas. No funcionó. El secretario general del PCA, Felipe Alcaraz, habló en la misma noche de ayer de "afrontar una profunda renovación".Romero compareció ante la prensa al filo de la una de la madrugada y afirmó, de forma rotunda, que "de momento" no va a presentar su dimisión, aunque elevará un informe a la dirección, que será la que decida "lo que hay que hacer". El candidato lanzó dos mensajes: el reconocimiento de un "fuerte e importante" retroceso y la apertura de un proceso de análisis y reflexión. Pero no avanzó más.

Durante la campaña, Romero no dejó ninguna rendija abierta a un escenario distinto. Ahora se encuentra con un bajón espectacular (un récord a la inversa) y el fracaso de la alianza en el ámbito federal. Manuel Chaves, al contrario de lo que ha repetido machaconamente Romero, no está, en consecuencia, en ninguna tesitura. El socialista se ha colocado a tres escaños de la mayoría absoluta, pero su partido no le va a mediatizar porque la teoría del sándwich de Romero (Gobierno en Madrid y en los ayuntamientos y no en las autonómicas) se ha quedado en una alejada hipótesis. Chaves pactará con quien quiera sin presión.

Romero declinó ayer pronunciarse sobre el pacto al que aspiraba y argumentó que es al PSOE al que le corresponde mover ficha porque, IU no está en condiciones de hacer ninguna oferta.

Los escaños que se pierden son: uno en Sevilla (Juan Manuel Sánchez Gordillo, líder del CUT), otro en Málaga (Andrés Cuevas, del PASOC), uno en Cádiz (Ángela Aguilera), dos en Córdoba (María Mesones y Pedro Navarro) y el único que había en Almería (José Fermín Román Clemente) y el de Huelva (Diego Valderas).

En clave interna el panorama no se le presenta a Romero mucho mejor. Buena parte de la organización le regaló la XII asamblea de noviembre y la candidatura a la Junta como un caramelo envenenado. Si los malos augurios se confirmaban, como así ha sido, ya entonces se planeaba una asamblea extraordinaria para el verano en la que pedir cuentas y emprender, sin elecciones a la vista, una renovación profunda. Romero y su equipo, que han apostado fuerte al mensaje de la alianza, se encuentran ahora desnudos ante una organización seriamente tocada por los sucesivos batacazos en las urnas y una relaciones muy deterioradas.

En esta legislatura, IU ha arrastrado pesadamente los errores de la anterior, conocida como la de la pinza. La bipolarización de PSOE y PP, que fagocitaron sin grandes esfuerzos su discurso, ha dejado fuera de juego a la federación, que ha hallado enormes dificultades para encontrar su lugar político y distinguirse. El efecto ilusionante de la precampaña tras el apretón de manos de Frutos y Almunia llegó muy tarde. Esta es la lectura más benigna. La realista, que se oyó ayer en boca de Felipe Alcaraz, portavoz del Congreso, es que no ha servido para movilizar. Y la más dura: al electorado de IU no le ha gustado nada el asunto del pacto y Romero ha equivocado completamente la estrategia.

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