La ventana translúcida
No deja de resultar paradójico que las elecciones de la abstención de Herri Batasuna (por aquello de que, según ellos, "no nos jugamos nada en unas elecciones españolas") sean precisamente las elecciones en las que los partidos nacionalistas han encendido dos velas a los santos de su devoción: una, para ser los ganadores en el País Vasco; otra, para que el PSOE supere al Partido Popular en el conjunto del Estado, aunque sea con la ayuda de Izquierda Unida. En algún diario se ha presentado a Iñaki Anasagasti como el único candidato que pedía el voto para dos partidos: para el suyo, el PNV, y para los socialistas de Almunia.Así ha sido. Nunca el País Vasco se habrá jugado tanto en unas elecciones generales como en éstas del 12 de marzo. Nunca como en estas elecciones habrá estado tan clara la profunda imbricación existente entre la política vasca y el conjunto de la política española. Pero, según parece, el verdadero espíritu de lucha se demuestra combatiendo incluso contra las evidencias. Eso es lo que ha hecho Herri Batasuna, sea como consecuencia de una insuficientemente explicada decisión propia, sea como resultado de una más que probable obediencia debida.
Y, sin embargo, a pesar de la profunda conexión existente, la información electoral transmitida por la televisión autonómica vasca (ETB) ha ninguneado el carácter general de estas elecciones. Hemos escuchado hablar mucho de la necesidad o no para los nacionalistas de estar en Madrid, pero me ha dado la impresión de que se daba por hecho que "Madrid" (así, con comillas, como si de un objeto se tratara) ya estaba prácticamente hecho, completo a falta sólo de los cinco u ocho escaños nacionalistas, y que lo único realmente importante era garantizar estos escaños.
Viendo la televisión pública vasca era imposible extraer la conclusión -o, cuando menos, de formular la hipótesis- de que puede ser más relevante para el futuro del País Vasco (o tan relevante en el caso de que uno sea nacionalista) el hecho de quién gane las elecciones que el número de escaños que obtengan los partidos nacionalistas. En Euskal Telebista ha predominado una perspectiva autonómica al informar sobre la campaña electoral, en detrimento de una perspectiva general. Por ejemplo: ¿cuánta gente que se informe preferentemente mediante ETB sabe que hoy se celebran también elecciones autonómicas en Andalucía? Unas elecciones que son fundamentales para decidir cuáls será el partido con capacidad para constituir el próximo Gobierno del Estado.
La televisión se ha convertido, de esta manera, en una ventana translúcida: nos ha permitido vislumbrar toda la escena electoral, pero desdibujada. Sólo lo más cercano, aquello que estaba pegado al cristal, ha aparecido relativamente bien definido, mientras que el conjunto se iba haciendo más y más borroso a medida que se alejaba.
A pesar de todo, Euskal Telebista se ha apuntado un importante tanto informativo al reunir, por primera vez en mucho tiempo, a los representantes de todas las fuerzas políticas vascas para discutir sobre sus programas. He grabado todos los debates celebrados y, cuando la depresión post-electoral me amenace, pondré la cinta y conectaré el vídeo en función pausa, congelando una imagen preciosa: la imagen de todos los partidos vascos sentados en torno a una mesa para hablar de política; una imagen que, ciertamente, vale más que los miles de palabras derramadas en el transcurso de la campaña.
En cuanto a los informativos de ámbito nacional, en general "la batalla del Norte" se ha presentado como el enfrentamiento con unos nacionalistas enfangados en Lizarra, marcados con la señal cainita del fratricidio como consecuencia de la intervención terrorista a lo largo de la campaña. También aquí daba la impresión de estar asistiendo a dos convocatorias electorales diferentes: una general, con un Partido Popular y un PSOE enzarzados sin compasión, y una autonómica, en la que las diferencias entre los dos grandes partidos aparecían tamizadas por sus supuestas conexiones de fondo ante el problema vasco. De nuevo, la ventana translúcida.
Tal vez sea esto lo más relevante de la campaña televisada: según cuál fuera el enfoque elegido, los adversarios se volvían aliados y los aliados se tornaban adversarios.
En las televisiones de ámbito nacional, PP y PSOE, máximos competidores a nivel general, aparecían próximos, casi unidos, en su combate contra el nacionalismo encastillado en Lizarra. Mientras tanto, en la televisión autonómica vasca el nacionalismo democrático se ha distanciado al máximo de Herri Batasuna y ha permitido filtrar, como modernos billetes de amor, mensajes de ánimo y comprensión hacia el PSOE. Esta campaña electoral ha hecho extraños compañeros de cama, al menos en las televisiones.
Esto ha sido, para mí, lo más destacable. Esto y lo que no hemos podido ver: el debate Aznar-Almunia. A dos, a cuatro o a veinticuatro, el Partido Popular nos ha privado de una oportunidad absolutamente normal en democracia: un debate cara a cara entre los candidatos a presidente del Gobierno. ¿Será que estos debates sólo interesan a quienes están en la oposición?
Algún día, pronto o tarde, lo comprobaremos. Será cuando la bendita alternancia democrática decida que ha llegado el tiempo del cambio.
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