_
_
_
_
28ª Jornada de Liga

El Barça deja su sello en San Mamés El Athletic aguantó media hora frente a un equipo que le superó con facilidad en el segundo tiempo

ATHLETIC 0-BARCELONA 4El Athletic se hundió en la miseria y el Barça la gestionó con la usura que es propia de los buenos equipos. No necesitó jugar al fútbol, al principio, porque ni Van Gaal lo había previsto (otra vez Guardiola al banquillo, otra vez Xavi de barrendero, otra vez Rivaldo de guardacostas), ni el Athletic. Cuando se embolsó el partido, decidió romper amarras y dejar su sello en San Mamés. Cuesta abajo fue imparable y bello. Cuesta arriba le empujó el Athletic. Miel sobre hojuelas: goles, puntos y autoestima. Todo un atracón de éxito.Desde que llegó Luis Fernández, el Athletic se ha gastado miles de millones en defensas para llegar a cada final de Liga con la condición de ser el equipo que tiene su área más desprotegida. Los dos goles encajados en la primera mitad desacreditan a sus centrales (en el supuesto de que lo fueran) y auguran un mal futuro para el colectivo.

Athletic: Imanol Etxeberria; Lacruz, José Mari, Ferreira (Edu Alonso, m

46), Larrazabal; Joseba Etxeberria (Sívori, m. 55), Urrutia, Alkiza, Felipe; Ezquerro (Urzaiz, m. 32) y Guerrero.Barcelona: Hesp; Abelardo, Frank de Boer; Puyol, Xavi (Gabri, m. 63), Bogarde; Ronald de Boer, Cocu (Dehú, m. 85); Figo, Kluivert y Rivaldo. Goles: 0-1. M. 9. Cocu cabecea sin oposición un centro desde la derecha; 0-2. M.30. Kluivert gana en posición correcta la espalda a la defensa rojiblanca y eleva ante la salida de Etxeberria; 0-3. M. 75. Cocu cabecea a la salida de un córner; 0-4. M. 89. Figo remata a placer un pase de la muerte de Kluivert. Árbitro: Fernández Marín (Colegio Valenciano). Amonestó a Ferreira, Joseba Etxeberria, José Mari y Larrazabal, Abelardo, Hesp, Ronald de Boer y Figo. Unos 39.000 espectadores en San Mamés.

Con la defensa al garete, el Barça se inventó una victoria que probablemente al principio le causó muchas dudas. Porque el Athletic consiguió desautorizarle donde más le duele: le robó el balón, aunque a Van Gaal le traiga al pairo, le robó al campo, y durante algunos minutos Figo y Rivaldo se sintieron figuras decorativas de un partido que les era ajeno. Figo había dado señales de vida en una incursión que la inconsciencia de Ferreira convirtió en un asunto peligroso: provocó una falta, ganó la tarjeta y Cocu consiguió el gol bajo la atenta mirada de los defensores rojiblancos. Cuando Kluivert marcó el segundo, la defensa bilbaína mejoró sus estadísticas: en esa ocasión no miró al rival, persiguió al árbitro.

El partido se desenmascaró con prontitud. Un Barça vangaaliano y un Athletic impotente. La diferencia estribaba en el gol, porque el Athletic entregó dos y perdonó otros tantos. Fue fiel a sí mismo. Media hora de buenas intenciones y las dosis de calidad habituales para que el enemigo adquiera confianza. El Athletic era en realidad Julen Guerrero. El capital recuperó su posición y la ejerció cuanto pudo, pero tropezó con Hesp y el travesaño, mientras el Barça huía del balón condenado a un trabajo demasiado destajista. Cuando flaqueó su fe, el Barça fue el Barça. Cogió el manual y lo aplicó a su manera. Rivaldo se fue al centro, Figo donde quiso y Cocu soltó el lastre que le amarraba a la cal del centro del campo. Kluivert siguió enseñando su muestrario de cómo moverse en el área para su bien y el de sus compañeros.

En la segunda mitad el Barça se desvangaalizó, es decir, se desmelenó con el orden natural que proporciona la inteligencia. Bien es cierto que el Athletic había arrojado la toalla mucho antes. Le bastó comprobar su impotencia, su inseguridad y su inferioridad en el juego. Pero curiosamente el tercer gol volvía a producirse a balón parado. Un saque de esquina, otra impotencia defensiva y Cocu que vuelve a demostrar su capacidad de sorpresa.

El Athletic hacía muchos minutos que había interiorizado su otra Liga, la de la miseria, la de los equipos con pocos fundamentos y escasas posibilidades. Su capacidad de tuteo con el Barça duró 30 minutos. El resto fue un monólogo absoluto de un equipo libre de ataduras, convencido de sí mismo, que salvó una cita difícil con una facilidad alarmante. El Athletic le hizo el partido a su medida, le otorgó dos goles, le perdonó cuando andaba más ofuscado y se entregó, para su disfrute, cuando ya no había nada que hacer.

Tan generoso anduvo el partido que hasta Kluivert detalló una muestra de solidaridad con Figo realmente sorprendente: renunció a un gol cantado para entregárselo a su compañero y concluir el resultado. Cosas de un delantero-centro que dejó escrito en San Mamés un resumen excelente del perfecto goleador.

El Barça recuperó en San Mamés la presión del campeonato. En plena euforia europea, el equipo de Van Gaal dejó claro en una plaza difícil que sus opciones en el campeonato español siguen intactas. Le costó trabajo entender el partido, pero el Athletic le echó una mano cuando más lo necesitaba.

El equipo de Luis Fernández comienza a partir de hoy su particupar vía crucis. Ahora su vista mira hacia el pozo de la clasificación. Es su otra Liga. Pero ayer evidenció además su falta de argumentos y para colmo sufrió las lesiones de tres de sus futbolistas más necesarios, Joseba Etxeberria, Larrazabal (ingresados toda´via anoche por sendos golpes en la cabeza) y Esquerro. Vista la diferencia futbolística con los de arriba, su tarea se circunscribe ahora a ratificar la presunta ventaja respecto a los de abajo. Es el sino de una trayectoria de masiado taciturna en un equipo que después de muchas jornadas aún no sabe realmente a qué juega.

Alfredo Aldai

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_