Don Luis tiene quien le comprenda
JAVIER UGARTE
Pocos argumentos encontrará usted para acercarse a las urnas el próximo día 12 que no le remitan a sus deberes de ciudadanía (aunque, mientras escribo esto, acaban de darme uno en forma de coche bomba; volveré sobre ello). Y estos últimos, los deberes genéricos de ciudadanía, nunca, salvo en situaciones de dictadura, nos han movilizado gran cosa. Aún menos en un tiempo como el actual en el que se ha impuesto la ética utilitaria sobre una ética humanista más amplia, y el descrédito de la política, así considerada, alcanza magnitudes inquietantes.
Ninguna perspectiva de cambio y mejoría nos anima a acercarnos a las urnas. La propuesta de acuerdo entre PSOE e IU, que por un momento produjo la sensación de que era posible de nuevo la mudanza en las alturas, y, sobre todo, la perspectiva de un debate a fondo sobre problemas reales de la sociedad, de la economía, sobre el futuro, etc., parece diluirse, como se le diluyen las cosas a un Almunia simpático pero poco enérgico; como un whisky con soda, que anima, pero no entusiasma.
Tampoco parece que el escándalo, tan letal para la política, pero manipulable a corto plazo, haya irrumpido en la escena electoral -a pesar de los Piqué o los Villalonga- como lo hizo en 1993 y en 1996 con Roldán, Rubio y los GAL. Si por el lado negativo apenas si hay nada que llevarse a la boca del voto, por el positivo apenas si encontrará algo más. Si a lo dicho sobre el cambio y la alternancia, le añade usted unos políticos incapaces de amalgamar decepciones o ilusiones, de generar fenómenos de liderazgo (yo no le llamaría carisma, demasiado asociado, tras los fascismos, a fenómenos de emotividad y pérdida de voluntad ciudadana), qué nos queda que nos lleve a las urnas. Ni tan siquiera la posible clarificación de posturas y personas en un debate final, hurtado definitivamente a la opinión pública. Sobre los políticos del lugar qué voy yo a decirle que no viera usted mismo el pasado sábado en la manifestación de Vitoria. Dan ganas de quedarse en casa.
Y lo haría, si no fuera porque, por lo que recuerdo, la última vez que nos dijeron que lo que ocurriera en España no iba con nosotros, casi nos llevan por delante. En realidad, lo hicieron durante cuarenta oscuros años. A quien se le ocurrió semejante majadería fue al nunca suficientemente ponderado don Luis Arana y Goiri y a sus amigos del Jagi-Jagi, al insigne Eli Gallastegui. Con su visión preclara, acusaban de colaboracionistas y vendepatrias a quienes negociaban el Estatuto (que sería el de 1936) con el "Gobierno hispano". Iniciada la sublevación de julio, don Luis, con su verbo fluido decía: "¿No es esta guerra civil española, un problema netamente hispano planteado en su misma casa España y traído a su esclava Euzkadi? ¿Por qué nuestra intervención nacionalista vasca fuera de Euzkadi, en casa ajena?" . Por fortuna, no le hicieron caso ni sus amigos de Jagi-Jagi, que crearon sus propios batallones para resistir a los fascistas.
Hoy don Luis ha encontrado, al fin, quien le comprenda. EH (o HB) nos dice que qué se nos ha perdido en España para que vayamos a votar. Arnaldo (a quien aún no le va el "don con el din") decía que "este país" exige a los "gobiernos de España y Francia" (vean ustedes el matiz afrancesado) un "elemental test de democracia": que dejen decidir a los vascos. Qué ironía. Mientras tanto sus matones (no se me ocurre otra cosa, nunca ha dicho nada más allá de que lo sentía, que es el dolor de la guerra) queman una sede, asaltan las propiedades de un diputado general, o, sencillamente, lo asesinan; ¡lo asesinan!. Son razones mayores. No dudo de la buena voluntad personal de Otegi, pero aquí, el único que secuestra la voluntad de los vascos es ETA, lo que haría bien en reconocer antes de convertirse en el Blas Piñar vasco.
Bien, por esto, porque están matando a mis conciudadanos en un ejercicio de terror gansteril, y por una sana prevención ante las consignas de don Luis, iré el domingo a votar. Como usted.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.