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Tribuna:Elecciones 2000
Tribuna
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El ambiente de la casa de Ferraz

Ayer presentaba Joaquín Almunia sus 18 medidas capitales para los primeros 100 días de su posible gobierno y, con ese motivo, nos recibieron a los periodistas en la sede central del partido, en la madrileña calle Ferraz.Génova por un lado y Ferraz por otro representan las dos denominaciones que por metonimia designan los centros de poder de los principales partidos y son, por su mitología, como las cajas políticas donde se encierran los enredos y secretos de las facciones. Así como no se acaba de conocer una familia hasta que no se pisa su hogar, no se entiende el corazón de un partido hasta que no se visita su casa. ¿Conclusión? Puede que el PSOE no sea hoy el partido proletario que anuncia su título pero no cabe duda de que lo ha sido y de una manera muy conspicua. Ferraz evoca, en su ambiente interior, a los salones-estar que se construían en las ciudades dormitorio de la carretera de Extremadura hace veinte años. Actualmente, ni en Alcorcón ni en Móstoles se diseña ya así, tan aferrados a la tapicería color carmelita, pero el estilo Ferraz es una reminiscencia absoluta. De hecho, en Ferraz, el intento de conjugar un espacio al estilo obrero de entonces y una estética de ruptura pogresista aboca en pavimentos de hormigón visto y mosaicos de ruda grava, enconadas moquetas de tono azafrán y butacas de plástico con el forrado en butano o naranja.

Pero, además, como una primera ocasión escénica, la entrada al zaguán provoca una quiebra visual muy celebrada entonces por arquitectos marxistas. Así, hacia el lado de la izquierda se despliega una plataforma de inspiración hospitalaria y severa , pariente de la Seguridad Social, y, de frente, la planta desciende hacia un sótano escueto que constituye precisamente, la sala de actos donde el secretario general, sobre un disco de madera, leyó el comunicado con dignidad. Pocas veces se ha visto al candidato con la prestancia de esta mañana y con la convicción moral en las numerosas promesas que enunciaba. Hablaba acogido por el ambiente de su hogar y allí, en un medio familiar, rodeado por los paneles de haya, acostumbrado a su tono de luz, podía leer con la confíanza de un señor en la atmósfera de su morada. Por un lado se veía, por ejemplo, emerger el busto de Ramón Rubial y por otro la efigie de Pablo Iglesias con sus motivos del gremio de impresores.

La casa de Ferraz es ya vetusta y desgastada, le hace falta una buena reparación a la fachada de tan insólito aderezo y es necesaria una reforma global que refute la estética con la que fue concebida. Triunfar en estas elecciones sería, para Ferraz, la gran oportunidad, política, económica, arquitectónica de remozarse. De sepultar el rancio gravamen del marrón de los tiempos de la pana, de arrancar los tristes azulejos que chapan los lavabos y de cambiar la oscura carpintería, en fin, por ventanas más contemporáneas, tal como corresponde a la calidad de intenciones que Almunia anunciaba en su manifiesto.

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