_
_
_
_
Tribuna:DÍA A DÍA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Mares

Hubo tantas heroínas como mujeres vivían en el pueblo. Una esclavitud arrastrada por los siglos de los siglos las ató a la noria del trabajo, condenadas a rodar sin parar toda la vida. Apenas les llegaron noticias de sufragistas y feministas y, si alguna se enteró de las mártires neoyorquinas del 8 de marzo de 1857, se sintió movida a la compasión. Valientes, decididas, obligadas a larguísimas jornadas en el bancal o la fábrica y, además, consagradas al mundo mudo, anónimo y sin descanso de la familia. Sus labores y las propias de la almendra, el olivo, la cereza, el trigo, el sembrar, entrecavar, segar, trillar, labrar... Desde niñas cargadas de yugo y luto, las veinticuatro horas de la noche y del día atrafegades, enfaenassades. Una inercia milenaria las llevó a costura y no a escola, aunque lo corriente era confeccionar en casa el aixovar y servir a los hombres del hogar; nadie les preguntó si se sentían realizadas; nunca se abrió la puerta de los estudios o de otra profesión que no fuera la de estar en amo. Mientras criaban, porquejaven, amamantaban y amortajaban con el mismo coraje y energía.Les cortaron las trenzas para la Comunión, las pelaron al rape, vencidas, tras la victoria. Con la capçana sobre la cabeza aportaban agua en un cántaro y transportaban en la gaveta, a tope, la colada de toda la pollada, que ellas sacaban adelante en aquella postguerra de hambre y represión, por las empinadas cuestas escalonadas del lejano y profundo lavadero de la Font de l'Or, donde hablaban de sus cosas en completa libertad: Ai, xica, tot no és casar-se! Su descanso, acabadas todas las tareas, mientras cocían la cena, zurcir, coser, remendar, tejer, bordar, el punt de ganxo. Novençanes, bellísimas jovensoles y, pasados ocho años y cuatro partos, de negro, asomaban los rasgos de la vejez.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_