Desandar el mal camino
No es casualidad que el Barça haya recuperado su mejor estampa cuando ha sonado la fanfarria de la Liga de Campeones. Tiene el club azulgrana un especial interés por la competición continental, sobre todo porque su liderazgo español en los dos últimos años ha quedado solapado por su condición de colista europeo, así que, una vez reanudada la competición de mayor rango, todo el mundo se ha puesto serio, comenzando por el hincha, que acudió sin reservas al llamamiento del equipo en el partido contra el Oporto pese al 3-0 del Bernabéu, y acabando por el entrenador, que ha cedido en su cabezonería.Van Gaal ha tenido al aficionado azulgrana a pan y agua durante lo que ha durado la pausa continental, y el equipo ha sido incapaz de poner en orden la Liga, presidida por el desgobierno y el desfondamiento. En cuanto el técnico ha puesto a los mejores, el Barcelona no solamente ha mantenido su condición de aspirante al título europeo, sino que se ha posicionado para disputar de nuevo la Liga española.
Entre el partido del miércoles con el Oporto y el del sábado ante el Numancia, ambos saldados con cuatro goles, hay, sin embargo, una diferencia y un punto en común. Rivaldo resultó decisivo frente al campeón portugués y ni siquiera jugó contra los sorianos. Guardiola, por el contrario, estuvo en uno y otro encuentro, y con el capitán en la cancha, el equipo recuperó su ideario y la grada no únicamente se serenó, sino que reafirmó su compromiso con una manera de entender el juego expresada en la ovación que el sábado dedicó al medio centro al ser sustituido.
La restitución de Guardiola ha sido tan importante para el Barcelona como lo será la integración de Rivaldo, desautorizado en su día por el entrenador por querer jugar de interior y no de extremo. El Barça necesita a Guardiola por su juego, y al brasileño por sus goles, sobre todo porque Figo, Kluivert y Ronald de Boer no son candidatos al Pichichi. Rivaldo se justifica por sí solo, para bien y para mal, justamente todo lo contrario de Guardiola, un futbolista que contagia su fútbol a todo el equipo y exige gente que quiera asociarse con su forma de leer los partidos.
La capacidad de intimidación azulgrana pasa, consecuentemente, por que Van Gaal desande el camino mal andado por no se sabe bien qué misterio. En la medida en que Guardiola recupere las ganas de jugar al fútbol y Rivaldo no se plantee de qué va a jugar antes de cada partido, las opciones del Barça en la Liga española y europea aumentarán sensiblemente. El capitán no garantiza la victoria; pero, con independencia de su momento de forma, su presencia obliga a jugar al fútbol de una manera. Tampoco Rivaldo es sinónimo de gol, pero sí de peligro. Con Guardiola y Rivaldo, el Barça refuerza su autoestima por una parte y disuade al contrario por otra. Que no es poco.
Así que, llegados a este punto, bien haría Van Gaal en respetar el equilibrio reencontrado tomándose una tila en lugar de volverle a dar al rioja.
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