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Alavés, Sociedad Cooperativa El sorprendente segundo clasificado de la Liga rinde culto al socialismo futbolístico

Quién no ha compartido aula alguna vez en su vida con un alumno discreto, ése del que al terminar el curso nadie recuerda su cara, incluso su nombre. Ése es el Deportivo Alavés, un equipo que vive en el anonimato, en la antítesis del efectismo y del espectáculo. Y, sin embargo, ha llegado tan arriba que desde ahora le resultará difícil escurrirse. Lleva un curso impecable, con la segunda mejor tarjeta de la clase, en puestos de Liga de Campeones. Unos podrán aducir que este año el nivel académico ha caído por debajo de lo habitual. No les falta razón. Otros, que es el resultado de un trabajo concienzudo, en silencio y, además, con el mérito añadido de que al Alavés no le sobran aptitudes. Exprime lo que tiene.Pero, ¿qué hay dentro de ese desconocido? Fundamentalmente, un bloque. Un grupo que antes de echar a andar miró hacia sus adentros. Para tener virtudes antes hay que conocer los defectos propios. El Alavés tiene muchos, pero está aprendiendo a disimularlos. No tiene un nueve que sirva de referente. De hecho, ningún alavesista figura entre los máximos goleadores. El primero en la lista es Julio Salinas (seis tantos), un suplente de 37 años que apenas ha jugado 500 minutos. Los cuatro jugadores de la nómina albiazul en ese puesto (Kodro, Javi Moreno, Magno y el propio Salinas) suman entre todos lo que un delantero rompedor.

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Al equipo de José Manuel Esnal, Mané, le faltan otras muchas cualidades (una banda izquierda intimidadora, un poco de creatividad y magia...), pero lo suple con un trabajo cooperativo. Ante todo, el Alavés es un equipo estable y un buen administrador: sólo ha necesitado marcar 32 goles -y recibir 27- para estar donde está. Así se entiende que tenga al portero menos goleado de la Liga, y que se haya destapado como el segundo mejor visitante (ha sumado la mitad de los puntos que disputa fuera de Mendizorroza). En esto, tiene mucha responsabilidad el técnico. "Toda mi vida he tratado de buscar el equilibrio. Cuando escucho que el Alavés es un equipo equilibrado, que en la caseta hay una estabilidad, me encanta, porque es mi objetivo: buscar ese estado natural de las cosas", asume Mané, un entrenador que se ha revalorizado en los últimos tres años en Vitoria.

Hay algo incuestionable: desde la llegada de Mané al Alavés, el equipo tiene una personalidad, y apenas ha cambiado. Y eso que en tres temporadas han variado mucho sus circunstancias. En la primera, su única misión era lo que en jerga futbolística se llama "asentar al equipo en la categoría". No lo asentó, al contrario. Lo dinamitó mandándolo fuera de la categoría: el equipo ascendió en calidad de líder y, como aderezo, jugó las semifinales de Copa. Todo, a base de fichajes de Segunda B, de futbolistas olvidados, y con un juego colectivo, sin fisuras, muy racional. El año pasado trató de mantener el estilo, aunque le faltó la pizca de calidad necesaria en Primera para salvarse sin agonías. En el fondo, el actual Alavés respeta lo básico de aquel equipo. Rara vez se aparta de su sitio y, a falta de otras cosas, le mueven montañas de fe.

Tal vez la fe tenga que ver en un dato curioso: marca casi la tercera parte de sus goles entre los minutos 82 y 89. Pueden atestiguarlo el Valencia, Racing, Málaga, Deportivo, Mallorca y Atlético. Sin embargo, la fe no se contrapone con la cautela. El Alavés, siempre en un segundo plano, odia lanzar faroles. De hecho, hasta ayer sólo hablaba de permanencia. ¿Cómo se entiende tanta prudencia? Para encontrar una explicación hay que recurrir a la memoria histórica. El club vitoriano se ha curtido a base de bofetadas. Su historia es la de un club resignado casi siempre a la segunda fila, salvo cinco temporadas entre los años treinta y cincuenta en que permaneció en Primera División.

En la época moderna, antes de llegar a esta fase de abundancia, también ha pasado su particular travesía del desierto. Fue el único club descendido por moroso, en el año 1986, un trago que por poco deriva en su desaparición. El Athletic de Bilbao ayudó a evitarlo prestándole 20 millones. En cualquier caso, tuvo que empezar casi de cero, en Tercera División, y tardó una década en sacar la cabeza.

El presidente, Gonzalo Antón, hostelero, tiene una teoría que explica el carácter escéptico del alavesismo: "No se puede pasar hambre y al día siguiente comer caviar. Hay que dar pasos. Por eso no estamos sacando pecho ni se vive la euforia que cabría esperar". No hay como tener presente el pasado para tener los pies en el suelo.

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