Un ejercicio de humildad
PEDRO UGARTE
Ningún debelador de la democracia podría criticar algunas de las virtudes del sufragio universal: de pronto, la natural tendencia a la codicia, que corroe la condición humana, cambia de objetivo. En periodo electoral, no se trata de apropiarse de dinero, bienes o influencias; todos buscan algo más espiritual: conquistar nuestro criterio. Durante los días de campaña el dinero no es objeto de deseo; antes al contrario, se gasta a espuertas, se tira por la ventana, se dilapida fabricando eslóganes y carteles hipnotizantes. A nadie le importa la pasta en esos momentos decisivos en que la gente, de pronto, se transforma en norte mayor de todos los esfuerzos partidistas.
Las elecciones son un periodo purificador para las democracias imperfectas: es decir, para todas las democracias. Por unos días la gestión oscura, secreta, de las cúpulas de los partidos pierde peso. La reunión privada cede el paso a la multitudinaria voz del personal. Incluso los militantes de base llegan a sentirse importantes, desplegando su apostólica misión por pueblos y ciudades, arropando a los líderes, cubriendo la presencia en actos públicos. Durante la campaña electoral, el voto se reclama, se pide, se mendiga, se demanda, se busca, se registra, se solicita con todas las artes de seducción imaginables. Y mientras tanto el ciudadano sigue con las manos en los bolsillos o se distrae, como quien deshoja una margarita, de forma intermitente.
Las elecciones representan para los partidos un ejercicio de humildad, una efímera pero apresurada conversión a los principios fundacionales de la democracia representativa. Por unos días, las profundas virtudes del invento resurgen con solidez insobornable. Nuestro voto está blindado. Dentro del humilde sobrecito electoral reside la libertad no condicionada. Vaya al mercado a hacer la compra y encuentre a su diputado favorito (o a ese otro diputado cuyas opiniones le revientan) y acepte o rechace el folleto que le ofrece. Tómese incluso alguna libertad: hable de su marido, que está en paro, o hable del recibo de la luz. ¿No era Fraga el que aludía al precio de los garbanzos? Hable incluso del precio de los garbanzos. Total, no pierde nada. Por unos cuantos días, usted tiene el futuro en las manos. Disfrute con responsable moderación del privilegio, pero disfrute, al fin y al cabo.
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