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Pues no, señor Ciscar

JULIO SEOANE

Metido en el fragor de la campaña, Ciscar afirma que Zaplana "miente sistemática y permanentemente" y que le ha escuchado una sola verdad. Lejos de mi intención está defender al señor Zaplana, que bastante tengo con defenderme del espejo todas las mañanas, él sabrá lo que le conviene y lo que tiene que contestar. El problema, señor Ciscar -espero que me comprenda y disculpe el atrevimiento - es que contradice usted lo que explico con frecuencia a los alumnos y en esto de la dignidad docente soy persona muy quisquillosa.

Amparado en teorías y experimentos que ahora no vienen a cuento, y metido en temas referidos al comportamiento político, siempre digo a los alumnos que me soportan que los políticos no mienten con mucha más frecuencia que el resto de los mortales. Es posible que sus mentiras tengan repercusiones más graves, pero no son más abundantes. La razón es muy sencilla y es que no lo soporta el cuerpo, ni el físico ni el psíquico, que en esto como en tantas cosas van muy a la par. No es posible mentir sistemática y permanentemente, veinticuatro horas al día o aunque sólo sea en jornada laboral, los trescientos sesenta y cinco días al año. Al menos sin sufrir muy graves alteraciones patológicas y ni siquiera así es probable.

Cuando mis alumnos tuercen el gesto, mostrando extrañeza o desacuerdo, les propongo la tarea de que intenten decir lo contrario a lo que piensan y opinan, que mientan descaradamente, al menos durante una hora seguida, dentro de su entorno habitual de conversación. Es una forma de experimentar las dificultades, el esfuerzo y el gasto psicológico que implica la mentira consciente. Hasta el momento, siempre me han confirmado que no consiguen llegar hasta el final del experimento. Mi única duda es si sus contestaciones estaban todavía dentro de la hora experimental.

Los políticos mienten como cualquier otra persona, el resto de las veces terminan creyéndose lo que dicen, simplemente como un mecanismo de defensa para conservar un mínimo de equilibro y de salud mental. Estoy seguro de que lo sabe, señor Ciscar, porque después de repetir lo mismo cientos de veces en entrevistas, reuniones, mítines y discursos, usted también se cree lo que dice, es que no le queda otro remedio. Y si no es así, le ruego se ponga en contacto conmigo, porque sería un caso digno de figurar en los manuales más prestigiosos de psicología política.

Otra cosa es la afirmación que usted hace de que "Zaplana dice una tontería tras otra". Eso es perfectamente posible. Entendámonos bien, desconozco totalmente la verosimilitud de tal cosa, y tampoco es una de mis preocupaciones actuales. Digo que eso es perfectamente posible desde un punto de vista psicológico. De hecho, en mi lugar trabajo siempre me sorprendo ingenuamente por la cantidad de tonterías que escucho en poco tiempo. Mentir es una cosa y decir tonterías es un tema completamente distinto.

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Nada más ajeno a mis propósitos, señor Ciscar, que entrometerme en su campaña electoral. Lo mío es sólo prurito profesional, que no me deje usted mal con mis alumnos, ese puntito de orgullo absurdo que tenemos los académicos. Por lo demás, le deseo la mejor de las suertes, faltaría más.

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