Indignación contra Djalminha

La expulsión de Djalminha fue determinante, según coincidió todo el mundo, incluido el técnico del Arsenal, Arsene Wenger. Y la actitud del brasileño concitó también la indignación general de los aficionados deportivistas, unos 3.000 anoche en Highbury. El entrenador, Javier Irureta, cuyas relaciones con Djalminha nunca han sido cordiales, trató de morderse la lengua, pero sus palabras fueron inequívocas.Irureta no quiso responder directamente cuando le preguntaron si pensaba tomar medidas contra el jugador, pero agregó: "No se puede dejar al equipo con diez hombres con lo que estábamos luchando y cuando nos habíamos recuperado. Tendremos que hablar y reflexionar sobre esas actitudes".

Djalminha tenía ya una tarjeta amarilla, pero en su carácter está siempre entrar a todos los trapos. Y tras la patada que recibió de Grimandi se fue hacia él haciendo amago de propinarle un cabezazo. Para empeorar las cosas, al acabar el partido saltó al terreno de juego y se encaró con el árbitro. Fue la policía británica la que tuvo que conminarle a que abandonara su actitud. El propio jugador reconoció que le llamó "sinvergüenza" al árbitro. Lejos de hacer examen de conciencia, Djalminha defendió su actitud: "El árbitro nos perjudicó desde el principio", sentenció, y descargó su mal humor: "Los mediocres están invadiendo el fútbol. Menos mal que me queda poco para retirarme".

Si Djalminha fue el malo de la película, el papel estelar le correspondió a Kanu, autor de un maravilloso gol: se plantó ante Songo'o y amagó hasta tres veces al portero y lo engañó dejando correr la pelota para luego rematar a puerta vacía. Kanu saltó al campo mediada la segunda parte y su primera acción ya fue decisiva. Arrancó por la banda, burló a Romero y le hicieron una falta junto al pico del área que permitió al Arsenal obtener su tercer gol y abrir el camino de la goleada.

"Así es Kanu", dijo su entrenador, Arsene Wenger, "es un futbolista que siempre tiene escondida una sorpresa".