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ELECCIONES 2000 ANDALUCÍA

Nacionalismo a la andaluza

La idea del andalucismo no excluyente y mestizo predomina sobre los postulados ortodoxos y radicales

¿Existe el nacionalismo andaluz? La pregunta no tiene una respuesta unívoca: hay opiniones diversas y, sobre todo, matices y acotaciones para adaptar este concepto a la manera andaluza, que se conoce como andalucismo. En el diccionario de la Real Academia, el nacionalismo se define con tres acepciones: Apego de los naturales de una nación a ella y a cuanto pertenece; doctrina que exalta en todos los órdenes la personalidad nacional; y aspiración o tendencia de un pueblo o raza a constituirse en Estado autónomo. Los estudiosos de la cuestión, aunque con puntos de vista diferentes, están de acuerdo en que en Andalucía se dan elementos de las dos primeras acepciones, como también coinciden en negar rotundamente la significación de la tercera.En cuánto a los políticos, sólo el Partido Andalucista (PA) cree ver una "constatación empírica" de la conciencia nacional de Andalucía, pero con una serie de añadidos (mestizo, no excluyente, solidario) que, aún queriéndolo llamar nacionalismo, se aleja de lo que se entiende a la forma vasca o catalana. El resto prefiere hablar de sentimiento andaluz, de pueblo, o conciencia de comunidad con entidad propia.

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El partido matriz

Agustín Ruiz Robledo, especialista en Derecho Constitucional y experto en ordenamiento jurídico andaluz, opina que el nacionalismo andaluz, siempre entendido como movimiento que pretende reforzar los lazos de una comunidad y no como grupo que aspira a crear un Estado, tiene una implantación débil, aunque no tanto como para identificarla exclusivamente con el apoyo en las urnas al PA (7%), ya que el PSOE e IU han ocupado el espacio que este partido tuvo en la explosión del nuevo andalucismo de finales de los setenta.

Manuel Ruiz Romero, presidente del Centro de Estudios Históricos de Andalucía, secunda la tesis de su colega respecto a la escasa identificación nacionalista actual y añade que no siempre ha sido así. Según Ruiz Romero, resulta incuestionable que a partir de 1918, con las llamadas asambleas de Ronda y Córdoba, Andalucía empieza a hacer esfuerzos por dotarse de elementos jurídicos propios. Este intento, liderado por Blas Infante, tiene en sus orígenes una decantación regionalista que desemboca más tarde en una posición nacionalista, con la propuesta de una federación hispánica, es decir, un Estado federal. En la II República pasa a autodenominarse "liberalista": en suma, un movimiento que pretende "liberar" a Andalucía de su postración, marginación y miseria, a través de la autonomía (Blas Infante y el despliegue del andalucismo, J. A. Lacomba). El asesinato de Infante el 10 de agosto de 1936 y la Guerra Civil corta de raíz este proceso, arrastrando el proyecto y las ideas al más completo olvido.

Ruiz Robledo ve ya en el andalucismo histórico (1917-1936) una diferencia básica con el nacionalismo ortodoxo, ya que reivindica la autonomía como una manera de salir de la pobreza, mientras que vascos y catalanes, por ejemplo, en esta época fijan su objetivo en el autogobierno en sí mismo.

Con la recuperación de la figura y el pensamiento de Blas Infante en el tardofranquismo y la transición rebrota el movimiento andalucista, ligado en esta etapa estrechamente al partido que lleva su nombre, el PA (en un primer momento PSA), formación que saca a la luz los símbolos e ideas posteriormente asumidas por el resto de los partidos para crear las instituciones andaluzas.

A partir de entonces todos los partidos políticos con implantación en Andalucía apuestan por el régimen autonómico. La impresionante manifestación del 4 de diciembre de 1977, en la que un millón y medio de ciudadanos se echan a la calle para exigir la autonomía, es el punto álgido del sentimiento andalucista. La convicción generalizada de que la autonomía es el mejor camino para superar las muchas carencias es el eje de esta tendencia. Como señala Agustín Ruiz Robledo, también el nacionalismo andaluz moderno, o nuevo andalucismo, se plantea como vehículo para salir del subdesarrollo, a diferencia de los del norte.

Manuel Ruiz Romero se pregunta en alto: "¿Qué pasa para que tantos andaluces, que no tienen tradición, que no conocen ni siquiera los símbolos, coincidan en demandar tan fervientemete la autonomía? El caudal de regionalismo emergente es simultáneo a una serie de reflexiones económicas, financieras, religiosas, literarias. También pesa el agravio respecto al País Vasco y Cataluña".

Todos los partidos políticos pretenden entonces liderar ese filón sociológico. Los de implantación estatal se añaden una "A" a sus siglas (PSOE-A; PCA) y surgen formaciones exclusivamente andaluzas (hasta 20) que, pasado un tiempo, desaparecen. El referéndum del 28 de febrero de 1980, fecha en la que se celebra ahora el Día de Andalucía, es otro exponente máximo del andalucismo popular. Esta etapa, suficientemente conocida, da pie a la consecución de la automomía andaluza, su Estatuto y la creación de Parlamento y Administración propios.

Después el PSA cae en picado y el PSOE-A recoge el testigo de la conciencia andaluza. Ruiz Romero dice que "para desvirtuarlo", Ruiz Robledo no es tan tajante, aunque señala: "¿Dónde estaba el andalucismo del PSOE cuando gobernaba en Madrid?". Manuel Ruiz Romero sostiene que el régimen jurídico de la autonomía andaluza es de primera, pero el desarrollo cotidiano no, ya que los políticos son menos andalucistas que en 1977 o 1980. Agustín Ruiz Robledo apunta que el andalucismo quizás no se traduce en las urnas debido a que el PA puede que "no proyecte imagen de seriedad", aunque el sentimiento de lo que significa ser andaluz sea amplio, siempre con las pinceladas que el propio himno oficial de la comunidad establece: "Andalucía, por sí, por España y la humanidad".

La última investigación del Instituto de Estudios Avanzados (IESA) así lo refleja: la mayoría de los ciudadanos se siente tan andaluz como español, frente a los que se dicen más andaluces que españoles, o sólo andaluces.

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