Votar, ¿a quién?
Ante las elecciones del año 1982, en un brillante artículo, publicado en EL PAÍS, el teólogo Enrique Miret Magdalena escribía sobre los partidos y sus ideologías.Su inteligente forma de analizar el momento que estábamos viviendo en nuestra joven democracia hizo que lo guardase con celo (se perdió y no puedo citar textualmente sus palabras), y recuerdo que decía, entre otras cosas: "Si los mensajes y promesas que lanzan los dirigentes son tan parecidos, en el fondo y forma, votemos a las personas que nos merezcan más respeto, confianza y estén mejor preparadas para llevarlas a cabo".
Hoy día, hablar sobre especulación, comisiones ilegales, corrupción, fondos reservados, transfuguismo, stock options, subvenciones, enriquecimiento rápido, más corrupción, etcétera, es algo cotidiano.
La democracia, a pesar del tiempo transcurrido, sigue mostrando fisuras y de nuevo los partidos buscan, en el baúl de los recuerdos, algún trapo sucio para lanzarse a la cara.
Los últimos acontecimientos han sido como fogonazos, engarzados entre sí han formado una traca y la campaña se ha ensombrecido; los políticos, no obstante sus asesores de imagen, empiezan a tener ojeras y la sonrisa crispada.
Los que nacieron en 1982 votarán en 2000 por primera vez, según su criterio -es su tiempo de ideales-; nosotros, que lo hemos hecho tantas veces, intentamos descifrar los mensajes y promesas que los profesionales de la política lanzan a través de los medios de comunicación, buscando a esos hombres de los que hablaba Miret Magdalena.
¡Y ésa es la cuestión! ¡Ahí están las dudas!
En mi tierra, cuando la cosecha empezaba a brotar y el cielo amenazada pedrisco, los más sabios murmuraban: "¡Que Dios nos coja confesados!".
Pues eso.- .
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