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Reportaje:EXCURSIONES

El viejo y el mar de pinos

Un gran roble centenario sobrevive entre los pinares de repoblación de Lozoya, junto al puerto de Navafría

La mayoría de la gente cree que los pinos albares o de Valsaín son la esencia de la sierra porque los hay a patás. Pero la mayoría también cree que toda vaca negra es un toro y no por eso tiene razón. Lo cierto es que no es el pino albar, sino el roble melojo o rebollo, el árbol más castizo de nuestra serranía. Y, de no mediar el hacha, sería el más extendido. El roble melojo o rebollo -para la ciencia, Quercus pyrenaica- tapizaba antaño estos montes entre los 900 y los 1.500 metros de altura, por encima de los encinares y por debajo de los otrora ralos pinares. Y lo hacía, a juzgar por la toponimia, desde Robledo de Chavela hasta Robledillo de la Jara, pueblos situados en uno y otro confín de las montañas madrileñas.Siglos de carboneo, desmonte y pastoreo, más unas pocas décadas de urbanización a trochemoche, han dejado aquel ingente bosque caducifolio prácticamente arrinconado en los aledaños de Cercedilla, Miraflores y los pueblos del valle del Lozoya. Allí donde se consumió el oro otoñal de los robles, la plata de su ramaje invernal y la seda primaveral de sus tiernas hojas lobuladas..., se plantaron monótonos pinos verdinegros, que dan más madera y gusto a la mayoría. Y a nadie debe sorprender que en muchos montes concejiles aún se sigan talando miles de rebollos todos los años para alimentar chimeneas, estufas y calderas, pues al precio que están los combustibles fósiles, es como para quemar hasta los retablos.

Añádase que no es una especie de rápido crecimiento, y se tendrá una visión cabal de los melojares madrileños: guerrillas de arbolitos raquíticos de no más de seis metros de altura. De ahí que, para hallar ejemplos notables, haya que rebuscar en bosques históricamente protegidos como La Herrería de El Escorial o El Chaparral de Montejo, en soledades como las de La Puebla de la Sierra o entre la espesura de pinos de repoblación del valle del Lozoya, donde, milagrosamente olvidado, se encuentra el rebollo de La Maleza.

En pos de este árbol secular, subiremos en coche por la carretera del pueblo de Loyoza al puerto de Navafría y nos echaremos a andar por la pista forestal cerrada al tráfico con barrera que nace junto al hito del kilómetro 6. Avanzando por ésta a 1.500 metros de altitud -cota fronteriza entre pinar y robledal-, rebasaremos en media hora una portilla de palos y alambre, y en la bifurcación inmediata optaremos por el ramal de la derecha; un ramal que, tras describir tres revueltas descendentes, enlaza a una hora escasa del inicio con una nueva pista que habremos de seguir hacia la izquierda.

A partir de aquí, cruzaremos dos arroyos: uno cuyo nombre no figura en los mapas y otro llamado de la Mata del Tirón. La panorámica de Peñalara, Cuerda Larga y el embalse de Pinilla es magnífica, pero apenas quitaremos ojo del camino porque, a unos cinco minutos del segundo arroyo, deberemos localizar un pasillo abierto de forma natural en el pinar por una peña que se desprendió al construir la pista forestal, tronchándolo todo a su paso. Descendiendo 50 metros por este calvero, toparemos un gran rebollo seco; y poco más abajo, el nuestro. Cinco metros y medio de circunferencia en la base del tronco y 17 de alto mide este coloso que agita sus seis brazos hercúleos en pugna por la luz con los pinos de repoblación. Y si nadie lo remedia, aclarando en torno suyo el joven pinar, este anciano nativo acabará ahogándose pronto en un sombrío mar de coníferas advenedizas, niñas consentidas de vivero.

La vuelta podemos hacerla desandando el camino, o bien continuar una hora más por la pista hasta cruzar un nuevo arroyo por un puente de piedra. Allí entroncaremos con otra pista que asciende, en dirección contraria a la que hasta ahora traíamos, hasta el puerto de Navafría -cuatro horas y media desde el inicio-, desde donde bajaremos raudos al punto de partida atajando por el camino viejo del puerto, que surge a modo de bisectriz entre la carretera y la pista.

Una ruta con dos opciones

- Dónde. El pueblo de Lozoya dista 86 kilómetros de Madrid yendo por la carretera de Burgos (N-I) y desviándose por la M-604 a la altura del kilómetro 69, nada más pasar Lozoyuela. Desde Lozoya sube hacia el puerto de Navafría la carreterilla M-637, en cuyo kilómetro 6 empieza la excursión. El coche puede dejarse 900 metros más adelante, en el aparcamiento del área recreativa Peña Alta. - Cuándo. Marcha de tres horas -nueve kilómetros, ida hasta el árbol y vuelta por el mismo camino-, con un desnivel acumulado de 200 metros y una dificultad baja, apta para toda época excepto días de mucha nieve. Si se efectúa la gira completa por el puerto de Navafría, son unos 18 kilómetros -de cinco a seis horas de duración- y cerca de 400 metros de desnivel acumulado. Dificultad: media.

- Quién. Francisco Javier Cantero Desmartines y Antonio López Lillo son los autores de Árboles singulares de Madrid, un excepcional inventario arbóreo de la Comunidad de Madrid, editado por la misma en 1995, en el que se describe el rebollo de La Maleza.

- Y qué más. Cartografía: hoja 19-19 (Buitrago del Lozoya) del Servicio Geográfico del Ejército; mapa excursionista Sierra de Guadarrama, de La Tienda Verde (Maudes, 23 y 38; teléfono 915343257).

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