Cinismo
ADOLF BELTRAN
El cinismo se ha convertido en un ingrediente inevitable de la dialéctica electoral. Contribuye, de hecho, a la imparable depauperación de los mensajes que cruzan los políticos, a la baja calidad de su factura y a la pérdida del sentido del ridículo. Por ejemplo: ¿cómo puede entenderse que el Consell arremeta contra la federación de servicios públicos de UGT por pedir el voto al PSOE y a la vez lance sus fieras contra el presidente de la Confederación Empresarial Valenciana, Rafael Ferrando, por todo lo contrario, es decir, por parecer demasiado conspicuo o despistado ante la amenaza de un cambio de directrices económicas si ganase Almunia los comicios? La FSP, de quien el mismísimo secretario general de la UGT valenciana, Rafael Recuenco, se desmarcó enseguida, no es que haya recomendado el voto a un partido desde una de sus publicaciones. Eso no pasaría de resultar anecdótico. Lo cierto es que hace tiempo que interviene y conspira, que actúa y presiona a favor de una de sus facciones. Se ha convertido, al calor de la crisis interna del PSPV, en un auténtico poder fáctico. Y el PP ha querido hurgar en esa herida aprovechando el error de un pronunciamiento imprudente. Sin darse cuenta de que estaba poniendo en evidencia, justo en esos momentos, otros poderes fácticos, instalados en la Cámara de Comercio o la Asociación Valenciana de Empresarios, que se ensañaron con la cabeza de la CEV en cuanto levantó la veda el vicepresidente de la Generalitat José Luis Olivas. Bonito espectáculo el del vapuleo a Rafael Ferrando, un episodio revelador de la burda lógica instrumental que rige en la derecha gobernante y tal vez premonitorio de una operación similar a la que no hace mucho derribó a Antonio Baixauli en la Feria de Valencia apoyada en algunos de esos mismos arietes empresariales tan bien sintonizados con los estrategas de Zaplana. Puso el broche a esa escaramuza de campaña, un tanto grotesca, el consejero de Empleo al advertir que, ante unas elecciones, la patronal "no puede ser neutral". Nadie le negará a Rafael Blasco la dosis de cinismo que todo un profesional de la política es capaz de poner al servicio de quien manda.
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