Ous
Los huevos guardaban el misterio de la vida. Como caixeta blanca que s'obri i no es tanca ayudaron a ampliar la mente de los niños. Cuando era imposible, no por colesteroles hepáticos, sino económicos, consumir uno por jornada representaron, en el árbol del año, los días de la semana: Un arbre amb dotze branques; cada branca, quatre nius; cada niu, set ous. Hasta épocas recientes se usaban como presentes valiosos -Pel febrer, els ous a diner- y apreciada moneda -val un ou-, alargaban la vigencia de las valencianas duodecimales pesas y medidas y la permanencia del más primitivo comercio, el trueque; el salaurer daba por media docena un corte de bacalao inglés o tres sardinas de bota -el gran banquete de los sueños de los pobres fue un ou fregit i una sardina con abundante aceite y pan a discreción para una sola persona y una única comida-, por una docena un tarro de leche condensada, ¡aquel bote dentro de un bote, contenido por otro, hasta el infinito, como las muñecas rusas!: uevos son los orígenes de todos los universos. El rovell de l'ou fecundante de la Iglesia, madre -la mare dels ous- de todas las iglesias, fue Jerusalén, fundada por el propio Jesús y regida por sus "hermanos" -Lucas, Marcos y Mateo le atribuyen familia numerosa: "¿No es éste el hijo del carpitentero? ¿Su madre no se llama María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Sus hermanas, ¿no viven todas entre nosotros?" (Mt. 13, 54-58)- Santiago, primer obispo, sucedido por el santo de hoy el celoso Simón- del hebreo shim'on, el que es escuchado-, que escapó cuando los romanos no dejaron "piedra sobre piedra", según profecía fraterna -todo en familia, la sede de Jerusalén como la de Valencia en manos de los Borja años y años-, aunque no pudo huir de la cruz que le habría preparado el hispano Trajano el 107: un joc d'ous.
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