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Tribuna:GENERACIÓN SIN NOMBRE
Tribuna
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Vamos a más

Madrid, plena precampaña electoral. "Hechos. Vamos a más", dice un insistente mail de Conxa. "Hechos. Vamos a más", observo que dicen las vallas del Partido Popular que veo por la calle. ¿Pura coincidencia? Conxa me ha citado, con mucho misterio, en el Embassy a la hora de desayunar. Aparece con un chico alto y bien plantado, (barbour verde oscuro, traje azul marino, corbata cara de seda azul claro) que habla por un móvil con escuetos gestos que transmiten eficacia a distancia: es Gorka. "Hay una revolución en las motivaciones", dice el chico a su interlocutor. Recuerdo que trabaja en telecomunicaciones. Cuelga. Mientras me saluda suena otra vez el móvil; su respuesta son unas cifras que mira en el reloj de pulsera mientras pulsa un botón, clic, clic, clic. Se diría que el reloj de Gorka se sabe de memoria el listín telefónico o las cotizaciones de Bolsa. Acaba con un rotundo: "Hechos. Vamos a más". Vaya. Sólo entonces me dice hola, pero, inmediatamente vuelve a sonar el móvil."Siempre estamos así", suspira Conxa, cuyo móvil ahora también llama con insistencia. Se trata de un mensaje

muy poco original ese día a esas horas de la mañana: "Hechos. Vamos a más". ¡Caray! Llegan los cafés. Gorka se lo toma mientras sigue hablando por el móvil (en euskera esta vez); ha tomado a Conxa de la mano, con lo cual Conxa le aguanta el móvil en la oreja. Cuelga, se levanta y nos dice: "Cambio de planes, salgo para Venezuela esta noche". Tiene prisa. Da a Conxa un casto beso en la frente y le dice: "Cuéntale los hechos. Y que vamos a más". Estoy muy mosca. Le vemos alejarse mientras teclea algo en su reloj. Por suerte Conxa no me pregunta qué me parece su novio, al que acabo de conocer. "Hemos tomado una decisión: casarnos. Éste es el hecho por el cual vamos a más", me suelta ella a bocajarro; "es la única solución", aclara, y, como leyéndome el pensamiento, se apresura a decir: "No, no, no estoy embarazada, qué más quisiera yo". Lo que siguió es confidencial, pero sintetizo lo principal: la pareja se gusta, ella ha conocido el pasado fin de semana en Bilbao a los padres, a los 7 hermanos y a los 20 sobrinos de él; es una familia con muchos hijos y sólidas convicciones morales clásicas, y ella, Conxa, descubre que no se irán a la cama sin estar casados. "Estoy con el síndrome Guggenheim: es decir, no sé si eso es lo más moderno, lo más sólido o la mayor barbaridad de mi vida. Jamás me habría planteado que para ir a más con un tío tuviera que casarme. Pero en Bilbao me convencí de que esto es lo mejor; el matrimonio ha de servir para esto. Mi suegra me ha convencido, además, de que debemos tener muchos hijos, porque así se crían sin que te des cuenta".

Sólo faltaba que dijera que la natalidad en España es la más baja del mundo...y, ¡zas!, lo dijo: "Tenemos que quitarnos los complejos de encima, ser ambiciosos y trabajar para ir a más en lugar de venir a menos: hay que traer niños a este mundo porque de lo contrario iremos a la ruina. ¿No ves lo que está pasando con los inmigrantes? ¿Por qué tenemos que ser los privilegiados tan egoístas? ¡No querer tener hijos es un egoísmo de ricos! Eso es lo que Gorka dice, llevamos semanas discutiéndolo. 'No te presentaré a mis padres hasta que no estés de acuerdo en lo fundamental', dijo, lo tiene muy claro. Me ha dado nuevas motivaciones: ésa es la revolución que a él le interesa... así que nos casamos y viviremos en Bilbao".

Ella calló. Yo me había quedado muda. Me miró buscando mi reacción. "No es asunto mío", le dije, "pero ¿lo has pensado bien?, ¿qué harás en Bilbao aparte de tener hijos?, ¿y tu trabajo?". "No entiendes nada: tener hijos de Gorka es mi nuevo trabajo, mi nueva forma de crear y contribuir al mundo; que ya tengo 31 años y se me acaba esta posibilidad...". Se me hizo, de repente, la luz: el matrimonio no es sino un contrato de trabajo, claro. Vamos a más, no hay duda. (Continuará)

Resumen de lo publicado: Conxa, treintañera barcelonesa licenciada en Bellas Artes que trabaja como creativa ejecutiva todoterreno en una compañía de publicidad, tenía una identidad múltiple e ideas eclécticas hasta que conoció a Gorka, un vasco tan nacionalista como globalmente unidireccional. El amor, siempre imprevisible, arrasa con todo, según muestra esta investigación sobre las treintañeras españolas.

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