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Tribuna:DÍA A DÍA
Tribuna
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Laia

Cuando la naturaleza duerme, las diosas pasean desnudas. Los árboles deshojados como las vírgenes sin ropas. La invernada, desde finales del otoño, es un continuo cercavila de testigos adolescentes, Inés y Cecilia, Bárbara y Catalina, Lucía y Águeda, desvestidas por las vías de su ciudad, en la cosecha martirial del siglo IV, normalmente. Diocleciano, emperador, y un tal Decio o Daciano, prefecto, habrían montado, así, un espesamente morboso desfile de lolistas, turbadas con trasparencias; algunas arrastradas, asidas de su dorada cabellera por sus propios paganos padres infieles sin piedad. Pero el cielo, que, curiosamente, cuando la Iglesia estaba en la oposición, no podía esperar, mandaba unas copiosas nevadas -la neu ve de Déu- que dejaban con cuatro palmos de narices a urbanitas voyeurs -también en la cima de la evolución; el 12, aniversario del nacimiento de Darwin, 1809- y a centuriones con pase pernocta.Eso les pudo ocurrir hoy a los cives de la Barcino del 304. Llevaban de calle, tal como vino al mundo a la bella burguesita de la zona alta -Sarrià-, trece años -el trece adverso del nacimiento y la muerte por las trece menstruaciones y los meses lunares, qui per llunes va comptant, tretze mesos troba a l'any; de la ruptura de la plenitud- a aplicarle trece suplicios, uno de ellos con vidrios rotos como su quinto Vicent de la Roda, los demás heredados de otras pasiones, y con ganas nevó para cubrir sus inmaculadas vergüenzas con una delicada alba de copos -Nostre Senyor ploma les oques-, a pesar de lucir un sol radiante. La semilla y la flor representadas por la bien hablada, eu-lalós, elocuente, germinan con blancura virginal, como brotan -patrona de femeninos pozos- aguas vivas donde extiende su manto: Santa Eulàlia assolellada, collita de vi assegurada.

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